Bastaban las manos y unas rudimentarias herramientas para domar la madera con imaginación y mucho trabajo. Aquellos aprendices se convirtieron en grandes empresarios gracias a la talla del maestro Pedro Ortega.
A los más jóves y a las generaciones venideras seguramente les costará mucho entender que no hace tantos años este pueblo consiguió salir adelante sin echar mano de nuevas tecnológías, estudios de mercados, masters de diseños ni redes comerciales expandidas por medio planeta. Los pioneros de la industria del mueble de Yecla, eso sí, echaron mano de sus propias manos, impulsadas por su voluntad, esfuerzo y creatividad. Aquella cualidad la recordamos hoy con nostalgia como artesanía en estado puro. Bastaban las manos y unas rudimentarias herramientas para domar la madera con derroche superlativo de imaginación y horas de trabajo. Ejemplo vivo de esos años será siempre Pedro Ortega. ‘Pedro el tallista» para los inumerables amigos que cosechó en vida y los también incontables alumnos que pasaron por sus manos. (Las manos, otra vez y siempre hablar de Pedro Ortega será hablar de sus manos). Y aquellos aprendices se convirtieron en grandes empresarios principalmente porque empezaron de cero. Antes de levantar grandes industrias se forjaron en pequeños talleres donde maestros de la talla de Pedro Ortega sembraron en ellos la pasión por un oficio que moldearía el resto de sus vidas. Y eso hay que recordarlo ahora y siempre.