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Yecla
viernes, 22 noviembre, 2024
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Julia Figueira, siempre en Yecla

Por Martín Azorín Cantó

El fallecimiento de Julia Figueira, viuda de José Luis Castillo-Puche, ha impregnado Yecla de melancolía y de añoranzas. Hasta el viento, el viento “heculano”, terrible o bonachón, ha transportado en sus silbos el llanto inquebrantable del pueblo.
Julia, compañera y consejera de Castillo-Puche, tenía un cariño inefable a Yecla; a esta Yecla, recia y legendaria, que ha evolucionado desde la publicación de “Con la muerte al hombro” sin perder un ápice de su personalidad ancestral.
Julia ha vivido páginas imborrables de la historia de Yecla: el fervor de las Fiestas Patronales, los premios de novela corta José Luis Castillo-Puche, el contacto con escritores y artistas en una cena memorable, en una tertulia plácida, amena, docta, en la que José Luis describía la vida de la Yecla de su juventud, de la Yecla de sus sueños, de la Yecla literaria.
Julia siempre tuvo un amor generoso, insondable, por la tierra de José Luis, que también es suya. Aquí duerme el sueño más profundo, más largo, junto a su esposo, en el recinto sacramental donde el ciprés, enhiesto y místico, se eleva al cenit; donde los pajarillos ofrecen a Dios la plegaria de sus trinos; donde la esperanza se funde con el rezo de los devotos; donde los difuntos son dueños, cuando alumbran las estrellas, de la soledad, del silencio, del misterio.
Julia me ha recordado, en estos días de insomnio y ausencia, las páginas de José Luis. Y he sentido un amor hondo por esa Yecla que se fue y sigue viva: la Yecla deprimida, de calles bacheadas y polvorientas; de cuevas paupérrimas en el declive del Cerro del Castillo, en Saliente y en Poniente; del traqueteo pesado, rítmico, de los carros cargados de racimos de uvas prietas y moradas; del olor dulzón a mosto en otoño, o a tierra mojada tras una lluvia bendita en primavera; de las pozas, insalubres y cenagosas, en el cerro de las Trancas; del viento “heculano”, inmisericorde, que flagela, que amedrenta…
Julia y José Luis presenciaban en la balconada del Ayuntamiento, un 7 de diciembre, la “Bajada”, multitudinaria y fervorosa, de la imagen de la Patrona; visitaban las sedes, alegres y concurridas, de los cuarteles de escuadra de arcabuceros; disfrutaban con la gastronomía yeclana –gachasmigas, gazpachos, pelotas de relleno, “libricos”, mistela…-, y asistían, de cuando en cuando, a una cena festiva de escuadra.
El matrimonio, que se hospedaba en el hostal Avenida, llevaba una vida social relajada, amable. A José Luis le gustaba tomar un vaso de vino en “La Zaranda”, en animada tertulia. Y, a finales de enero, Julia y Castillo-Puche acudían puntuales a la entrega del premio de novela corta que lleva el nombre del escritor.
Ahora, para siempre, Julia y José Luis se han quedado en Yecla. Y con ellos, la Fundación “Castillo-Puche”.
Yecla se une a su familia en el dolor.

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