Julia Figueira Rivela: Esposa de Castillo-Puche.
Con motivo del reciente fallecimiento de la esposa del escritor, Carmen Ortín rescata para las páginas de SIETE DÍAS YECLA la entrevista que mantuvo con esta yeclana de adopción nacida en tierras gallegas (y publicada en La Verdad de Murcia, el jueves 5 de febrero de 2004), pocos días después de que Yecla diera el último adiós al más universal de sus Hijos Predilectos
Entrevista de CARMEN ORTÍN – Fotografías: Ángel de Antonio
José Luis Castillo-Puche y Julia Figueira estaban a punto de celebrar las bodas de oro de su matrimonio, en el próximo mes de junio. Ella recuerda al escritor y al compañero. Habla de sus conquistas creativas y de algunos rasguños en el alma del novelista.
– ¿Qué le pareció la respuesta de Yecla, en el adiós a su marido?
– Todos los yeclanos, con su alcalde y autoridades, se han portado maravillosamente. Ha sido emocionante ver el cariño que su pueblo le tiene a José Luis. Han correspondido a su condición de Hijo Predilecto, con grandes atenciones. Mis hijos y yo estamos muy agradecidos.
– ¿Cuando conoció a José Luis?
– En 1951, en una exposición de pintores murcianos. Era una colectiva en Madrid, entre los participantes estaban Carpe, Molina Sánchez y Viudes. Siempre fue muy amigos de los pintores murcianos.
– ¿Que fue lo que más le impresión de él?
– Su maravillosa potencia para expresarse en literatura. José Luis tenía un poder de expresión increíble, creativo, vibrante y conmovedor, que no ha sido muy reconocido. Bueno, ahí están sus libros. Igual hacia una semblanza de un escritor, como en el El rescoldo de lo literario, con reseñas de Dámaso Alonso, Azorín, o Baroja. Tenia el poder de captar lo más profundo de los personajes con palabras siempre brillantes.
– Usted fue ayudante en la Cátedra de Dámaso Alonso
– Si, Carlos Bousoño y yo fuimos ayudantes de Dámaso Alonso. Yo había realizado mi carrera en Santiago de Compostela y fui a Madrid para realizar una tesis sobre lingüística, dirigida por Dámaso, sobre El habla en la ría de Arosa.
– ¿Conocerle, casarse con él, le aparto de la carrera literaria, puesto que usted también es escritora?
– Si, quería ser escritora. Pero, yo ya era novia de José Luis. Aquí se acabó todo. Se acabo la tesis y mi carrera literaria, porque yo ya me dedique a él, a mis hijos y a mi casa. Escribí muy poco…, algunos libros de cuentos infantiles.
– ¿Supervisó la obra literaria de su esposo?
– Fui su mecanógrafa. Le pasaba a limpio todo lo que escribía. Ejercí un poco de censura previa, porque a veces me parecía que se excedía. Bueno, siempre lo hacia con su consentimiento, aunque no le gustaba mucho que le quitara "el duro" de su escritura: las criticas.
– Castillo-Puche sufrió la incomprensión y el destierro de Yecla, ¿Le habló de esa experiencia?
– Eso me lo contaron él y otras personas. Cuando le conocí, todavía no podía ir a Yecla. Fue después de la guerra, cuando escribió algún articulo, precisamente en La Verdad, y cuando publico Con la muerte al hombro, que a mucha gente de entonces no le gustó. Fue un superviviente de la guerra, en la que perdió a dos hermanos. Dfespués de la contienda, cuando se reunieron las fuerzas vivas, se habló de volver a organizar la vida cultural de Yecla y de volver a traer a los Escolapios al Colegio, en donde estudiaron Azorín y Castillo-Puche, para que siguieran dando clases. José Luis, que siempre tenia ideas modernas y avanzadas, propuso que, en lugar de esta orden religiosa, se solicitara un Instituto Nacional de Enseñanza Media, con profesores titulados, lo que no sentó muy bien y se tomó como una ofensa para el pueblo. Fue entonces cuando lo expulsaron y tuvo que salir corriendo, por la carretera de Caudete, perseguido por la Guardia Civil. Y se fue a Murcia.
– ¿Cuándo regresó a Yecla?
– Pasaron 14 años. Fue en el año 1964, cuando el alcalde de esa época, José Martínez Sánchez, que era primo suyo, le llamó y le dijo que ya no le iba a pasar nada. Fuimos ese mismo año, y fue muy emocionante. El pueblo le recibió muy bien, lo que le hizo llorar de emoción. Estuvimos en las fiestas de la Virgen y los escuadristas le dejaron sus arcabuces para que disparase unos tiros. Desde entonces, su relación con Yecla fue de gran entusiasmo, de gran amor; sentimiento que ya no le abandonó.
– Fue gran amigo del premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway, desechando otras amistades con escritores importantes de la época. ¿Cómo surgió esa relación?
– Cuando José Luis publicó Con la muerte al hombro, en 1954, Hemingway acaba de llegar a España. El editor de José Luis era amigo de algunos toreros y le regalaron uno de estos ejemplares a Ernesto (como así ha llamado siempre Castillo-Puche al escritor americano). Cuando a Hemingway fueron a entrevistarle unos periodistas, les enseñó la novela y les dijo que no sabía que en España se escribiera con esa fuerza. Esas declaraciones salieron en la prensa y José Luis le escribió unas palabras de agradecimiento. Ernesto le llamó de inmediato por teléfono para que le fuera a ver y desde ese momento se hicieron muy amigos.
– ¿No entrar en la Real Academia de la Lengua Española marcó su trayectoria como escritor?
– Algunas crónicas que he leído hoy sobre su vida tienen errores sobre lo que ocurrió con la Academia. José Luis sólo se presentó en tres ocasiones a la Academia. Cuando compareció las dos primera veces siempre tuvo más votos que los demás, pero no pudo entrar por falta de quórum. No compitió nunca directamente con Caro Baroja. Unos amigos de la Academia le explicaron que había un gran interés en que entrara Caro Baroja, pero que no quería competir con José Luis, porque tenía miedo a perder. Este fue el gran error que cometió José Luis, porque le escribió una carta en la que le dijo: "Puedes presentarte porque yo no voy a competir contigo". Entonces fue cuando Caro Baroja se presentó en solitario y salió elegido. Caro era muy orgulloso y muy vanidoso y nunca se portó bien con José Luis, porque jamás dijo que había recibido esa misiva. José Luis dejó entrar a Caro Baroja. Después también se portaron mal Elena Quiroga y Anson que organizaron todo para presentar a Antonio Mingote, que tenia muchos amigos en la Academia, y esa vez fue la tercera. No hubo una cuarta vez.
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