Por José Pascual Ortuño Redondo
Es un mal endémico el que sufrimos en este país llamado España, y que yo creo sufrimos por una justicia permisiva y débil con este tipo de delincuentes. Estafar y si me pillan, con la lentitud de la justicia y las lagunas penales, pasa el tiempo y si voy a la cárcel, donde de paso vivo a cuerpo de rey, paso allí unos pocos años, y con redenciones a la calle, y a disfrutar de lo estafado, pero lo que es devolver, si acaso un poco.
Los Pachulis, Pantojas, Bono y su Hípica, Correa, cerebro de la Gürtel, Roca y
su estafa marbellí, Chávez y sus hijos, Camps, Matas, Munar, los ERES andaluces, conocidos como «fondo de reptiles», con más de 700 millones estafados, Pepiño Blanco y su caso «Campeón», los Pujol Ferrusola, Diaz Ferrán, Urdandagarin, Durán y Lleida y su UDC, a los que han tardado 15 años en juzgar, la Fundación IDEAS con Mulas que cobró por un libro sobre corrupción ya publicado y pasó factura al Ministerio de Asuntos Exteriores, y ¿saben quién era la Secretaria de Estado?: pues la actual portavoz del PSOE, Soraya Rodríguez… Y de todos ellos solo Díaz Ferrán y Roca están en la cárcel. Y ahora, como colofón, Bárcenas. El lenguaje popular, poco académico pero irrefutablemente expresivo, califica a los corruptos como «chorizos», sin más, y de esos cada día hay más.
Es penoso comprobar que no se salva en este océano de podredumbre ningún partido con responsabilidades de gobierno, lo que equivale a decir con acceso a la administración del dinero ajeno de los pobres contribuyentes. Hay que acabar con la corrupción rápidamente y de forma convincente y ejemplar y, si es necesario reformar las leyes procesales para que la Justicia se haga pronto, hágase, no podemos esperar más. La atmósfera política en España, de un tiempo a esta parte, se ha hecho irrespirable, como consecuencia de los sucesivos escándalos aparecidos en los medios de comunicación un día si y otro también.
Los ciudadanos españoles están asqueados ante la corrupción que impregna a los partidos políticos. Da igual PP, PSOE o muchas de las otras formaciones. En lugar de atender al bien común, los partidos políticos se dedican de forma preferente a servir a los intereses de los propios partidos. El asco que produce en el ciudadano medio es lógico y de ahí la repulsa popular hacia quienes han convertido la política en un negocio.
Pero centrémonos en el caso que hoy acapara toda la atención de los medios de comunicación y está en boca de todos los ciudadanos: el «caso Bárcenas». El País, órgano de la izquierda recalcitrante por excelencia, en plena crisis y decadencia, el mayor vocero antipepero, filtra unos documentos de dudosa veracidad, y aparentemente muestra una contabilidad «B» y detalla una financiación irregular con pago de sobresueldos y gratificaciones a la cúpula del PP, fotocopia de una copia, que al parecer está escrito todo de un tirón, de escaso o nulo valor probatorio, con la ayuda del Diario El Mundo. La sombra de Garzón, el juez estrella hoy estrellado, parece estar detrás de la filtración de los documentos.
Y Rajoy salió a la palestra y ofreció en su discurso limpieza y credibilidad frente a infamia; despachó en solo dos palabras, muy comprometedoras, la historia de los sobres: "Es falso. Todo lo que se ha dicho y lo que se pueda insinuar, es falso. No tengo nada que ocultar, no he venido a la política a ni ganar dinero, ganaba más en mi profesión, ni a engañar a Hacienda". Yo creo a Rajoy. Creo que es un hombre honrado y no me lo imagino de aquí para allá, con líos de dinero negro, ni le hacía falta. Se trata de un político decente, pero ojo, no tendría perdón si falla esta vez a los que nos empeñamos en creerle, pero se echó a faltar el anuncio de una querella.
Las alfombras de Génova empiezan a temblar por lo que haya debajo. La sombra del11-M, con nuevas agitaciones callejeras vuelve a planear de nuevo. Decía un amigo que cuando en el juicio final Dios diga "cada hijo con su padre y cada duro a su bolsillo", van a haber muchas sorpresas, y qué razón tenía.
Y acto seguido, como movido por un resorte, salta el «salvapatrias» de Rubalcaba exigiendo a Rajoy que salga y diga si cobró o no dinero negro. Dice que la situación en España es «invivible» (nuevo palabro aún no incluido en el Diccionario de la Real Academia); «invivible» e ingobernable. Suponemos que se referirá a la España que Zapatero y él dejaron. Y, sistemáticamente, cada vez que se mueve algo en el PP, manifestación ante sus sede. Nunca he visto una manifestación ante la sede del PSOE, y mira que han habido motivos. Es un maestro en el «agip-prop», agitación y propaganda… Y ahora como colofón pide la dimisión, cuando hace tan solo dos semanas solicitase a Rajoy un gran pacto político. ¿Hay quién lo entienda?
El cancionero popular vuelve a ser expresivo, la Dolores y aquello de que si vas a Calatayud pregunta por la Dolores… Yo estuve allí, en un viaje a Zaragoza y haciéndome el gracioso pregunté en un bar por la tal Dolores, y la contestación fue: "Si vas a Calatayud no preguntes por la Dolores, no sea que en tu familia las haya mucho peores". Dicho aserto le vale al PSOE, porque más le vale no preguntar, no vaya a ser que en su partido los haya mucho peores.
Antes de exigir y acusar, mejor que limpie su casa, su partido, que así es como lo tiene, partido. Rubalcaba, el que utilizó sucias maniobras para evitar que la justicia investigara el caso Faisán sobre el chivatazo a ETA, o los despilfarros millonarios de los ERES andaluces, y nunca le hemos visto exigir responsabilidades a Chávez y Griñán. Me pregunto que pasaría si Bárcenas fuese del PSOE, y me respondo que absolutamente nada. Que presente una moción de censura de antemano perdida.
Se pone de moda el españolísimo "¡y tú más!", en tono contestador automático. Ha estallado el «Barcenasgate», otra burbuja a explotar, la burbuja de la decencia. España, un país con más burbujas que el anuncio de Freixenet. La crisis institucional está servida y calentita: de un lado la Monarquía tambaleándose como un boxeador sonado; de otro, la clase política desacreditada y la sociedad perpleja. Hay que defender una España libre y democrática, justa, pero DECENTE, y si para llegar a ello hace falta reformar los cimientos, bien venido sea el terremoto. Ahora, la regeneración ha de partir de la propia sociedad y llegará el día en que la sociedad diga ¡basta!.
Yo, visto el panorama, le haré caso a Don Antonio Mingote y la próxima vez votaré a Gundisalvo. Y le recomiendo que hagan lo mismo. ¡A usted qué más le da, hombre!