La joven yeclana, titulada en el Grado de Traducción e Interpretación por la Universidad de Alicante, vive desde hace un año en la ciudad francesa de Ruán y trabaja de auxiliar de conversación de español en varios institutos en Normandía
¿Qué te ha llevado al país vecino? ¿Era uno de los destinos que barajabas como posible lugar de residencia?
Decidí instalarme en Francia por diferentes razones. En primer lugar porque mi pareja trabaja y es de allí, y también porque al vivir allí puede acabar a distancia el trabajo final de carrera, pudiendo así utilizar numerosos recursos en las mismas bibliotecas de Ruán, ciudad en la que vivo. Desde que me fui a estudiar a Bruselas gracias al programa Erasmus tuve muy claro que nada más terminar la carrera me marcharía de nuevo al extranjero para seguir en contacto de cerca con mis lenguas de trabajo como son el francés y el inglés. Al principio la idea fue volver a Bruselas, puesto que la experiencia como estudiante en la capital belga fue realmente enriquecedora. Sin embargo, al final me acabé decantado por Francia tras analizar posibles ofertas de empleo.
¿Cómo es la vida allí? ¿Has notado gran diferencia con el día a día que vivías en España?
Normandía sería el equivalente de Galicia o Cantabria. El parecido entre ambas regiones es más que razonable: acantilados de vértigo, extensos valles y laderas verdes junto a uno o varios ríos, vacas a cada lado de la carretera… Ruán es una ciudad bastante lluviosa, pero no por ello menos encantadora. Se trata de una ciudad con mucha historia con un amplio casco antiguo. De hecho, es conocida como “la ville au cent clochers” (la ciudad de los cien campanarios) dado que en una época llegó a tener más de cien iglesias, aunque durante la II Guerra Mundial muchos de estos edificios sagrados al igual que otros monumentos quedaron en escombros por los efectos de la guerra. Desde que vivo allí, al igual que cuando lo hice en Bélgica, nunca salgo de casa sin un paragüas en el bolso. No quiero decir que llueva todos los días del año en Normandía, pero sí muy a menudo. Otra de las grandes diferencias es el horario de las comidas. En el trabajo la pausa para comer suele ser a las 12:00. Luego a media tarde sobre las 16:00 se suele tomar “le goûter” (nuestra merienda). Y para acabar el día, se suele cenar sobre las 20:00.
¿Qué es lo que más te gusta de la ciudad en la que vives?
Una de las cosas que me gusta mucho de Ruán son sus calles antiguas y todos los monumentos que rodean el casco antiguo, así como las zonas de paseo a ambos lados del río Sena donde suelo ir a correr y donde se puede disfrutar de un bonito atardecer. También me gusta mucho lo viva que es la ciudad. Se trata de una ciudad universitaria que además recibe a numerosos estudiantes Erasmus al año. No es de extrañar que hayan muchos bares y restaurantes con terraza donde tomar alguna buena cerveza de la zona o sidra.
¿Es fácil adaptarse a la vida en Francia? El idioma no ha sido un problema para ti, pero ¿hay algo que te haya costado más?
El periodo de adaptación depende mucho de la persona y del entorno en el que se encuentre. Cuando llegué a Francia mi pareja ya estaba allí y muchos de los amigos que hice en Bruselas también eran franceses lo cual me ha facilitado mucho la integración en el país. Lo que más me ha costado han sido los meses de invierno en los que ha llovido tanto. Aunque esto me ha permitido conocer muchos salones de té típicos de la zona donde nada más ver los pasteles se te hace la boca agua.
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