España ha sido invadida por un enemigo invisible que está destrozando a toda su población. Fue un bicho traidor en China, porque no avisó, provocando la muerte a miles de personas. Aquí en España sigue siendo un bicho malo y cruel que, aunque ya no sea traidor, sigue acabando con innumerables vidas.
Es por ello que se está librando una guerra en toda regla, pero en esta ocasión los bandos son desconcertantes: por un lado se encuentran los humanos; y por otro, ese virus galopante y omnipresente que lleva el nombre de COVID-19.
En esta guerra nuestro ejército de tierra, los que están en la línea de fuego, es el personal sanitario. Personas hasta hace poco normales que se han transformado y se han convertido en una estirpe especial y única. Valiente e infatigable grupo que trabaja sin descanso para salvar nuestras vidas a cambio, tristemente, en ocasiones de las suyas propias.
Es una guerra fatal y paradójica ya que los escudos que necesitan estas personas no son especiales, ni son carísimos, ni tan siquiera requieren de una tecnología compleja. Tan sólo necesitan ropa sanitaria para que el virus no los invadan. Pero se da la triste circunstancia de que no tienen apenas escudos para su lucha. Nadie se preocupó de ellos cuando tocaba. Se les conoce como los “Héroes sin capa”, y en verdad que esta denominación describe tristemente su desabastecimiento de todo el material necesario: mascarillas, batas, gorros y calzas, principalmente.
Y en este panorama de desastre total y cuando el sistema público no es capaz de proteger a todas estas personas, aparece un pueblo llamado Yecla para auxiliar a estos héroes.
Es un pueblo entero, todos a una, que han aparcado los problemas personales para luchar por la protección de estos luchadores sin descanso. Aquí no hay empresarios, ni trabajadores, ni políticos, ni nombres propios, sino personas que desinteresadamente, poniendo lo que cada uno tiene y usando el corazón como mecha, han iniciado algo que supera cualquier proyecto que nunca se hubiese imaginado antes.
Quien tiene una fábrica, una máquina de corte, material de T.S.T., lejía, una máquina de coser, gomas elásticas, o sus manos para coser, lo pone sin pensar.
Nuestro tejido industrial se ha unido y organizado, y gentes desde casi todos los rincones de España han recurrido a Yecla, que como siempre es una ciudad que no ha defraudado. Y se está enviando material a todo aquél que lo ha pedido: cuerpos de policía, hospitales, residencias de ancianos, centros de trabajo, penitenciarías, farmacias, mercados y un largo etcétera. Personas a los que se les ha aminorado la angustia de la indefensión.
Y curiosamente estos “Héroes sin capa”, además de su sacrificio están regalando gratitud y es a través de esa acción como están infundiendo, también, un clima de armonía y concordia difícilmente explicable. Llaman a Yecla para agradecer los envíos y esas llamadas siempre están llenas de silencios obligados para poder tragar saliva y respirar muy profundo para intentar contener lágrimas de emoción que por suerte nunca entienden de contención. “¡Ay, yeclanicos, no sabréis nunca cuánto bien estáis haciendo!”, bendice una enfermera de Murcia.
Muy a menudo se cae en la costumbre de criticar la individualidad, el egoísmo de las gentes y la falta de solidaridad. Gracias a este grandioso movimiento que ha iniciado toda la sociedad yeclana, se demuestra de manera inequívoca, que no es así y que cuando de verdad hace falta, la generosidad de los seres humanos brilla.
Una de las empresas que está enviando material introduce en cada bolsa cada vez un mensaje distinto de ánimo al receptor del envío. Este es uno de ellos:
«Este mensaje es de toda Yecla y de toda España.Mucha fuerza y mucho ánimo.
Estáis haciendo lo más grande que se puede hacer, estáis siendo los luchadores de nuestra Vida.
¡Gracias valientes! . Firmado: Todas la personas que integran ESTA EMPRESA e innumerables personas anónimas que os apoyan»
(Ramón Puche Díaz, es filólogo y empresario).