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lunes, 25 noviembre, 2024
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OPINIÓN- Engracia Robles- «Ubi concordia, ibi victoria – Donde hay unidad, hay victoria»

La expansión del coronavirus se ha convertido en una  grave situación de crisis global en todo el mundo. Nuestras vidas han cambiado súbitamente, aunque el impacto es diferente en cada persona, según las circunstancias de cada uno,lo que está claro es que nuestra vida se ha parado. Estamos en casa, solos o acompañados,  teletrabajando o no, y cuidando de los nuestros, pasando todo ese tiempo que siempre nos hubiera gustado tener con ellos y con un objetivo primordial: salvar vidas y evitar la propagación del coronavirus. No sabemos cuánto tiempo vamos a estar así y cómo va a ser nuestra vida después de todo esto; algo que nos genera miedo y  una  gran incertidumbre.

Aplazados han quedado los ensayos del grupo de grupo de teatro Caligae, aplazados los entrenos de nuestras obras, la enseñanza presencial, y el contacto con nuestros alumnos  en las aulas, y  con nuestros compañeros   en la Sala de profesores, aplazados los almuerzos de los jueves, los préstamos de libros en la Iesteca, los bocadillos de la cantina, la comida de cada viernes con mi compañero Mellado, los viajes a Albox… tantas y tantas acciones que,hasta ahora,  las considerábamos habituales y dentro de la cotidianidad.

Pero sobre todo, durante estas semanas, sencillos gestos que contribuyen a nuestro bienestar mental,como saludar o despedirnos de un amigo o familiar, besar  a los que queremos,pasear cogidos de la mano, también  han  sido aplazados   y ahora debemos conformarnos  con el contacto telefónico- visual.  Está  claro que una de las acciones que más nos conectan con una parte muy básica de nosotros mismos y la que más echo en falta: cuando nos sentimos tristes, cuando atravesamos un momento duro en nuestras vidas, o nos sentimos solos e incluso enfadados, el abrazo de una persona querida puede aliviar nuestro estado y nos hace sentirnos queridos. El abrazo nos hace conectar con nuestra necesidad de cariño y afecto. Es una manera de mostrarle al otro nuestro apoyo y aprecio. Pero tenemos suerte, los abrazos y besos están confinados, el amor no.

En algunas semanaseste estado de alarma irá desapareciendo paulatinamente y volveremos a ver a nuestros familiares y amigos, volveremos a cogernos de la mano, a abrazarnos  y besarnos, en definitiva, volveremos a la vida.

Espero que no se olvide fácilmente esa necesidad que tiene  el ser humano de sentir los afectos.   Por tanto, esto es un aviso, amigos y amigas: mis besos y abrazos no van a tener fin.

DIXI.

Engracia Robles es profesora del instituto ‘Castillo- Puche’ y directora del grupo de teatro Caligae

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