Hoy más que nunca resuena en mi mente esa frase. Aquella pesadilla ‘interminable’ que era para mí la siesta en mi infancia durante los años setenta entre la antigua calle de ‘Teniente Spuche’, la actual ‘Corredera’, y la casa de mi abuela en la calle ‘Concepción’, todavía entonces sin asfaltar. La calle era nuestro terreno de juego, nuestro lugar de encuentro y centro de la vida social en aquella época. Las reglas de cualquier competición eran bien sabidas por todos y no se necesitaba a ninguna federación deportiva, ni comités deportivos, ni terrenos reglamentarios; un acuerdo tácito entre todos para pasarlo bien y practicar deporte sin reglas, bueno sí, las reglas del más grande del barrio.
En estos días de confinamiento en casa, también estamos sometidos a un confinamiento personal e íntimo. Uno se plantea miles de preguntas, sobre todo, relacionadas con la vida, la salud y el trabajo; una desolación enorme cuando escuchamos las cifras de fallecidos y enfermos, a los que quiero expresar ante todo mi respeto y mi más sentido pésame a sus familiares y amigos. También nos preocupa nuestro futuro laboral, cómo afrontaremos la crisis posterior y los cambios que puedan surgir en nuestras relaciones sociales y de ocio.
Los que amamos y necesitamos por igual del deporte para tener una buena salud física y mental, y entendemos que el deporte es un medio de relación social esencial ya que hemos forjado la mayoría de nuestras amistades a través de la práctica deportiva, estamos ansiosos por poder salir y correr por un sendero en el monte, o dar patadas a un balón con nuestros compañeros con un par de piedras como portería, nadar entre la sal del mar en un atardecer de verano, montar en bici con los amigos un domingo por la mañana y dar buena cuenta de un desayuno saludable, bailar en grupo con esa canción que nos hace gritar de alegría, o simplemente pasear junto a alguien que queremos mientras nos cuenta algo que se entremezcla con la visión del paisaje… Y después de todo, abrazarnos y darnos la mano; ese sencillo gesto que ahora ha demostrado tener una gran fuerza y un tremendo valor de confianza.
Todo esto pasará, como pasaba esa ‘interminable’ siesta de mi infancia, y podremos salir con más fuerza a jugar y a disfrutar con nuestros seres queridos y nuestros compañeros y amigos. No sé si seremos mejores como algunos piensan, yo creo que el ser humano es extraordinario, en todos los sentidos del término, capaz de lo mejor y de lo peor. Tampoco sé si seremos diferentes, como dicen otros. Cada uno que haga su propia reflexión personal, que tiempo tenemos ahora para ello. Lo cierto y verdad es que todos estamos deseando que esto pase y que pase lo mejor posible; que esta pesadilla acabe y que podamos disfrutar de nuestras vidas con total libertad, con esa normalidad y cotidianidad habitual para que podamos hacer todo eso que nos llena y que da sentido a nuestras vidas como accesorios vitales y complementos que acompañan y fortalecen nuestro bien más preciado: la salud.
A los que ya no podrán salir a jugar.
D.E.P.
Javier Martínez. Runner, tenista y golfista aficionado y entrenador de fútbol en la EF Ciudad de Yecla