El pasado 21 de junio fue el primer día completo del verano de 2020, y según nuestro Gobierno el primer día de apertura de las fronteras Schengen, excepto Portugal, y el 1 de julio de las demás fronteras internacionales. Después de varias rectificaciones, estas parecen las fechas finales.
Con esta apertura llegan los viajes, los vuelos y la reactivación del tan ansiado turismo internacional. Durante estos pasados días muchos han sido los debates y las discusiones sobre las medidas a adoptar por parte de la aerolíneas para dotar al pasajero de las mayores cuotas de seguridad posible en cuanto a posible trasmisión del COVID-19.
En primer lugar deberíamos de tener en cuenta que los aviones no se han parado por falta de seguridad, se han parado por la falta de movilidad de los pasajeros. La población ha sido confinada a nivel mundial y esta restricción de movilidad es la que ha hecho que las aerolíneas paren los aviones. Desde el sector aéreo creo que podemos afirmar, como ya expliqué hace un par de semanas, que volar es muy seguro a nivel trasmisión del virus.
Todos hemos podido ver en los medios de comunicación estos días atrás dos claros ejemplos sobre la seguridad de volar en un avión. Pudimos ver el revuelo que se organizo en un vuelo de Madrid a Tenerife, porque ese avión iba prácticamente lleno y los pasajeros, movidos por la confusión del momento, reclamaban a la tripulación, sin razón, que dejaran el asiento de en medio libre. Las autoridades sanitarias hicieron seguimiento a los pasajeros de ese vuelo y no hubo ningún contagio, ni caso positivo.
Más recientemente, en un vuelo Madrid-Lanzarote, en plena travesía, un pasajero negligente notificó que había dado positivo por COVID-19 esa misma mañana y la tripulación procedió a aplicar el procedimiento a adoptar en estos casos y una vez aterrizado se aisló a los pasajeros y tripulación, se les puso en cuarentena, y se les hizo una doble prueba a todos con el resultado negativo en todos ellos, lo que viene a demostrar que los sistemas de recirculación de aire de un avión así como los procedimientos establecidos, si se aplican correctamente, son validos.
Todas estos procedimientos y medidas a nivel nacional, europeo y mundial se han establecido con la colaboración de las autoridades de la Aeronáuticas Española (AESA), Europea (EASA), con la internacional (OACI) y en el caso Europeo, con el Centro Europeo de Control de las Enfermedades (ECDC), validando cada una de estas medidas.
Hace unos días en una charla a nivel Europeo nos confirmaron que no había constancia de contagios de COVID-19 dentro de un avión, lo que nos da seguridad tanto a usuarios como a trabajadores del medio aéreo. Todo esto siempre que llevemos las medidas de higiene y seguridad establecidas.
Debemos de tener en cuenta que las autoridades en la materia recomiendan distintas medidas, como, por ejemplo, el uso obligatorio de mascarillas durante todo el vuelo, la no interacción de los pasajeros, o la mínima posible, la restricción del equipaje de mano, la desinfección periódica de los aviones, adecuación y cambio periódico de los filtros EPA del sistema de ventilación, pero luego cada compañía aérea puede además establecer sus medidas, siempre entendiendo que estas serán más restrictivas, no más laxas, que las emitidas por la autoridad. Por este motivo ahora más que nunca tendremos que estar atentos a todas estas medidas cuando compremos un billete.
Los aeropuertos también van a implementar medidas propias, como por ejemplo la instalación de cámaras térmicas para control de la temperatura de los pasajeros, espaciamiento personal, horarios más restrictivos para embarques y demás.
Todo esto nos indica que se avecinan tiempos de cambio a la hora de volar, pero solo hace falta paciencia y acostumbrarnos. Después del 11 de septiembre del 2001, también parecía que la aviación se había terminado y no fue así, solo tuvimos que adaptarnos para seguir volando, si cabe, más seguros.
Ahora volvemos a volar.
