Ricardo Muñoz Rodríguez
Me llamo Ricardo Muñoz Rodríguez y nací en Yecla (Murcia) en 1982. Desarrollé mi carrera en el campo de la ingeniería industrial en el área de nuevas tecnologías de origen renovable, en la parte la Investigación y Desarrollo. Durante el desarrollo de mi carrera profesional tuve la suerte de colaborar con profesionales de renombre, como es el premio nobel Carlo Rubbia*.
Para introducir este artículo, me gustaría mencionar algo que descubrí hace poco en Wikipedia: Carlo Rubbia, en el curso de una entrevista, se expresaba así:
“Cuando observamos la naturaleza quedamos siempre impresionados por su belleza, su orden, su coherencia (…). No puedo creer que todos estos fenómenos, que se unen como perfectos engranajes, puedan ser resultado de una fluctuación estadística, o una combinación del azar. Hay, evidentemente, algo o alguien haciendo las cosas como son. Vemos los efectos de esa presencia, pero no la presencia misma. Es este el punto en que la ciencia se acerca más a lo que yo llamo religión” (El País, 20-VII-1985).
Hoy en día la humanidad está viviendo una fuerte crisis a nivel colectivo que arrastra a muchas personas a estados de tristeza, depresión, estrés y ansiedad. Y puede que hasta ahora los contratiempos hayan sido abordados desde una perspectiva aprendida del mundo que con mayor o menor logro parecían servir.
El inicio de esta reflexión surgió en el año 2017, cuando después de un largo periodo de crisis personal y existencial me di cuenta de que lo que había aprendido que era el éxito en realidad nunca me daría la felicidad. Me di cuenta que el “éxito” aprendido del mundo nunca tiene en cuenta el beneficio común como especie y que a su vez la “seguridad” que me ofrecía no compensaba el anhelo de una vida de mayor libertad y plenitud.
Aprendemos que es un mal inevitable de este mundo la competencia y el dominio de uno mismo sobre los demás, y que la capacidad de supervivencia nos va en ello. No importa que esto lo hagamos con el reino animal o con la naturaleza, finalmente nos lo hacemos a nosotros mismos. Estas ideas están incluso arraigadas de lo que sabemos de la ciencia, la cual a través del segundo principio de la termodinámica establece que todo en nuestro mundo tiende al desorden.
Toda una serie de creencias tejidas desde las diferentes áreas tales como la religión, la ciencia, la educación o la verdad de los organismos oficiales. Todo eso nos ha hecho ver el mundo desde la culpa de la que somos víctimas. Eso que nos enseñamos unos a otros de los confines de la humanidad es de lo único que somos sucesivamente víctimas. Está en nosotros, en nuestras ideas, nunca afuera.
¿Quién está dispuesto a dejar de esperar a que otros le digan que esto es así y descubrirlo por uno mismo? Pues aquellos que están sufriendo.
Aquellos a quien les acecha una enfermedad que no tiene cura según la medicina “moderna”. Aquellos que se sienten vacíos y sin esperanza como a mí me pasó. Aquellos con la sensibilidad suficiente como para reconocer que el bienestar del prójimo es nuestro bienestar.
La seguridad no se encuentra fuera de nosotros, está en unas ideas con orden, en un pensamiento fecundado por el amor, en un nuevo paradigma que sustituya por completo lo aprendido.
El gran cambio que se requiere es darnos cuenta de que la percepción sigue a las ideas y creencias que tenemos. Lo que vemos son los efectos de un programa y por tanto la percepción no sirve para determinar la realidad pues la percepción obedece a las leyes de ese programa.
La idea del sacrifico, la carencia, el miedo siempre van a estar ahí mientras no tengamos discernimiento sobre lo que está en nuestra imaginación y experimentemos nuestra auténtica Realidad.
Nos han vendido, -y hemos comprado-, la idea del desafío, como una forma de prolongar ese programa basado en la culpa que sostiene nuestras sociedades de consumo. Nos lo confirman de muchas maneras. El hombre está destruyendo la tierra nos dicen, somos demasiados viviendo en el planeta…
A través de las “democracias” nos hacen pensar que nosotros somos parte de todo eso. Nos han enseñado a ver la adversidad como un desafío. Pero es el deseo de querer seguir creyendo en “el viaje del héroe” típico de las películas de Hollywood, en donde la libertad que vemos es ficción o cosa de unos pocos privilegiados.
El mensaje que quiero transmitir es que no somos distintos a la naturaleza, ese “orden” de la naturaleza de la que Carlo Rubbia habla no está fuera del alcance de ninguno de nosotros. No somos seres separados.
Para quien desee profundizar tienen a su disposición mi primer libro denominado: “El sendero del Ser”. Disponible en librerías y venta directa: https://www.ricardomuñozrodriguez/el-sendero-del-ser