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sábado, 23 noviembre, 2024
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Más cultura para combatir la incultura

Eugenio Santos Gómez – Gerente de la Orquesta Sinfónica de la UCAM

Es muy triste ver como cuando se carece de pensamiento crítico y solidaridad se inicia una campaña de desinformación preparada para que sea juzgada críticamente. Desde el inicio de la pandemia los profesionales que nos dedicamos al mundo de la cultura y las artes escénicas hemos tenido que soportar comentarios como “más vale que se gasten el dinero en ayudar a la gente y no en conciertos”, “¡Vamos! Con la que esta cayendo y gastando dinero en luces y no-ferias”, “Música? ¿Luces? Si aquí lo que hace falta es ayudar a la hostelería!” (como si el ayudar a un sector u otro fuera excluyente para el resto). En fin, toda una sarta de despropósitos que no viene ni más ni menos que a confirmar que es necesaria mucha más cultura para combatir a estos detractores que gratuitamente desprecian a un sector de la población que concretamente en este país supone un 3,5% del PIB.

Para que lo entiendan algun@s que por lo visto y leído les cuesta, de cada cama que hay en un hospital el mundo de la cultura paga 3,5 camas, de cada kilómetro de carretera la cultura paga 350 metros, de cada subvención que a usted le dan para esa actividades que parece ser que son mucho más dignas que la cultura, 3,5 € los aporta el mundo de la cultura. “..Ayudar a la gente… y no gastar en conciertos…” . Mire usted, es que los conciertos no los dan los extraterrestres, los da la gente, esa gente a la que usted desprecia, seguramente porque ni tiene un hijo actor, músico, escritor, etc.. como si hubiera que avergonzarse de haber elegido esta profesión en vez de ser médico, arquitecto, agricultor, hostelero, empresario o peón de albañil, porque a estos sí, a estos sí hay que ayudarles o como decía una en una red social: “El sector primario sí que ha estado ahí para que a nadie le faltase nada”, como si hubieran regalado los productos, no te jode, al revés: ¡han vendido más que nunca! de lo cual yo me alegro mucho.

Las faltas de respeto continuas provocan miedo en las instituciones que ante la vorágines de comentarios destructivos en esa cloaca que son las redes sociales, no se atreven a abrir los teatros y programar actividades, lo que provoca todavía más, que un sector, quizás el más afectado por la pandemia, esté en una situación crítica.

Estos intoxicadores de las redes sociales, parecen desconocer (y si no lo desconocen mucho peor me lo ponen porque entonces es mala fe) lo que es la cadena de consumo. Parecen desconocer que el músico, el actor, etc.. cuando cobra una actuación paga su hipoteca (si es que tiene la suerte de que se la dieran porque aquí no hay nóminas fijas), compra en la tienda de su barrio los productos que necesita, se viste en las tiendas de ropa, compra el periódico, paga su coche a plazos como todo el mundo, manda a sus hijos al colegio, e incluso consume productos de aquellos que producen los que a diario se dedican a mancillar su profesión pidiendo a gritos a las instituciones que a la cultura ni un euro.

El derecho a la cultura es algo ligado a nuestra vida y es una obligación para los poderes públicos que han de hacerla posible, con o sin críticas. Supone el pan de muchas familias, no puede depender de las publicaciones en un estercolero como son las redes sociales. La mentira, la desinformación, la intoxicación, el “tu miente que algo queda,” es el cimiento de la putrefacción mental, y desgraciadamente las redes sociales son cómplices activos de charlatanes e intoxicadores.
Todavía no he escuchado a una sola persona del gremio cultural levantar la voz para criticar que se deje de ayudar a un solo sector de la sociedad.

Además, detrás de los músicos, actores, artistas en general,.. hay otro submundo tan importante como ellos como son los técnicos, esos personajes anónimos que nunca salen a saludar y a los que se les hace de día y de noche montando luces, sonidos, escenografías, para que todo este a punto el día del estreno. También están los taquilleros, el personal de sala, los que hacen la publicidad, los departamentos de prensa y comunicación, los camioneros que transportan el material, el restaurante o bar donde se come tras los ensayos, el de la imprenta que hace los programas y carteles, hasta el chico de los recados que vive de las propinas y gratificaciones, y podría seguir con el listado de afectados, pero esto sería interminable.

¿Y los profesores de música? Pues eso, suprimirlos también, mejor que se vayan al campo a coger fruta. ¿Y las bandas? Fuera también, que no está la cosa para gastar en diversiones…. Eso sí, para Jueves Santo muchos codazos para colocarme yo la primera vestida de manola que me vean, ¡pero gratis!, que estudiar 14 años una carrera de músico eso es diversión. Eso es lo triste, que lo que estas personas consideran diversión para otras es su única profesión y el único dinero que llevan a su casa, dinero que por otra parte nos revierte a todos, incluidos a estos que tanto lo critican.

Por tanto hagan ustedes el favor de no demonizar más a este sector, porque probablemente algún día si ustedes fueran consumidores de cultura hablarían mejor, se expresarían mejor, y sobre todo serían mejores personas, y seguro que se lo pensarían dos veces antes de levantar la voz en contra de que alguien pueda ejercer libre y dignamente su profesión.
Y para las instituciones públicas, pido valentía, valentía para no dejarse amedrantar y no dejar caer completamente al sector cultural y de las artes escénicas.

Y para terminar una reflexión de Umberto Eco: “Las redes sociales sirven para dar voz a legiones de idiotas”.
Dejemos de ser idiotas y seamos más solidarios que si no estamos todos juntos difícilmente saldremos adelante.

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