Hay dos colectivos por los que siento un especial cariño, los niños y las personas mayores. Estos últimos me despiertan esa ternura que no sabría explicar, por ser personas vulnerables y tener la sabiduría que te proporciona el paso de los años y las experiencias de vida. Tienen que lidiar día a día con la pérdida de capacidades, además de adaptarse a “la modernidad” que les ha tocado vivir.
Y es que nuestros mayores no sólo han tenido que vivir en primera persona situaciones de guerra y postguerra, además de otras penurias, sino que ahora en su edad madura se sienten inútiles en este mundo que ha avanzado a pasos agigantados.
No se ha tenido en cuenta las necesidades de los “mayores”. La gran mayoría ni siquiera tuvieron la oportunidad de ir a la escuela.
Digo esto porque entre otras cosas, más de la mitad de los municipios de nuestro País se han quedado sin sucursales bancarias, sobre todo en los pueblos pequeños, pero también en las zonas urbanas, de manera que los ancianos han de apañarse con internet o con los cajeros automáticos para realizar muchas gestiones imprescindibles.
Adiós a la atención humana tan necesaria, no solo para este colectivo, sino incluso para otras personas más jóvenes.
¿Cómo les vamos a pedir a estas alturas que se defiendan con las nuevas tecnologías?
«No paran de cerrar oficinas, algunos cajeros son complicados de usar, otros se averían y nadie resuelve tus dudas, hay gestiones que solo se pueden hacer online… Y en los sitios donde queda atención presencial, los horarios son muy limitados, hay que pedir cita previa, etc.” Me comentaba una vecina de Yecla.
Precisamente estas navidades tenía que hacer un ingreso en una sucursal bancaria. Esperé en la cola un largo rato y durante ese tiempo presencié una situación vergonzosa que me produjo a la vez pena.
Os pongo en situación; Un hombre de unos 80 años, dirigiéndose al responsable de la caja porque no podía realizar una gestión importante que tenía que hacer ese mismo día.
El empleado le contestó que viniese otro día, que estaban muy ocupados y no podían atenderle. Hasta en 3 ocasiones pidió ayuda y de malas formas le volvieron a contestar que lo hiciese en el cajero o que volviese otro día.
Viendo la necesidad del hombre, me ofrecí a ayudarle. La gestión en el cajero tan solo supuso 3 minutos, pero el pobre no sabía cómo funcionaba. Me explicó que era viudo y que sus hijos estaban fuera. No tenía a nadie que lo pudiese acompañar al banco. Me dio las gracias e incluso quiso darme dinero por la ayuda recibida. Por supuesto la rechacé y le dije que no hacía falta y que lo hacía con todo el gusto del mundo.
Volví a la cola del banco y cuando me toco el turno, en privado, le comenté al empleado del banco que me parecía una vergüenza la situación que acababa de vivir.
“Un hombre que no sabía leer ni escribir, que tenía dinero en ese banco y al que habían tratado de malas formas”. El empleado quiso disculparse diciéndome que era un día complicado. Cada vez había menos empleados y que esas gestiones tenían que hacerlas en los cajeros o por internet.
Le hice ver que la petición de ayuda venía de una persona que había vivido en una época de escasez, en la que ni siquiera había oportunidad de ir a la escuela y solamente necesitaba tres minutos de su tiempo. Y recalqué que si en alguna ocasión se me pasaba por la cabeza cambiar mi dinero de banco, ni se me ocurriría ir allí. Me parece que el trato a los clientes debe ser excelente para que uno confíe donde deja su dinero.
Mi reflexión hoy es;
Las nuevas tecnologías son fundamentales hoy en día para realizar gestiones online y además es de agradecer porque en muchas ocasiones nos benefician en muchos aspectos. Pero no podemos olvidar que todo el mundo no tiene acceso ni capacidad para poder realizar los trámites de esta manera. Por lo que la atención presencial debe seguir siendo imprescindible en cualquier administración pública y/o privada.
Queremos empezar muchas veces la casa por el tejado cuando los cimientos deben ser lo primero que hay que asentar. EDUCACIÓN Y FORMACIÓN son las bases para el desarrollo de cualquier sociedad.