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jueves, 21 noviembre, 2024
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DERECHO Y PODER: EN MEDIO UCRANIA

Dr. D. Carlos Gil Gandía – Profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales por la Universidad de Murcia

La Carta de las Naciones Unidas estableció un nuevo Derecho Internacional Contemporáneo (1945) basado en la paz y no en el uso de la fuerza; basado en el respeto a la igualdad soberana de todos los Estados miembros, la no agresión, la integridad territorial y el respeto de los derechos humanos. Cualquier controversia entre Estados se debe solucionar por vías pacíficas, y solamente se puede usar la fuerza en caso de legítima defensa individual o colectiva.

La Guerra Fría mantuvo en un impasse a los órganos de las Naciones Unidas. Finalizada la guerra y desaparecida la antigua URSS, Estados Unidos tuvo la oportunidad de liderar el mundo de forma conjunta; sin embargo, decidió hacerlo de manera unilateral: el gran hegemón custodiado por sus senescales, los Estados miembros de la UE, para seguir haciendo frente al “enemigo”, Rusia. Si uno lee los discursos de Bush padre, se queda paralizado por sus loas a la paz, al entendimiento con Rusia, a la justicia internacional y al respeto de los derechos humanos. Todo un repertorio de palabras que en la realidad no se han cumplido, como se pudo observar tras la desintegración de la antigua Yugoslavia, con la intervención ilegal de la OTAN y EEUU, particularmente en Serbia (amiga de Rusia) y la independencia de forma ilícita de Kosovo. Fue una jugada que iba a poner a Rusia en alerta, al considerar que los países occidentales no tomaban en serio ni sus intereses ni sus reivindicaciones. El camino que Rusia iba a seguir sería tortuoso, pero constante, y con ciertos niveles de intensidad como se demostraron en la guerra de y con Georgia, en la crisis libia, en la crisis siria y, por último, y sin lugar a dudas la más importante, en la crisis de Crimea y Ucrania, todavía no finalizada.

Póngase todo esto de relieve porque en el Derecho Internacional los juicios que se realizan deben estar fundados con conocimiento jurídico, pero estos suelen ser pocos rentables para la solución y la argumentación de los conflictos si no se conoce -y si se separan- de su contexto político, social e histórico.

La anexión de Crimea por Rusia en 2014 fue ilegal. Y nadie, salvo Estados satélite rusos, la ha reconocido en las Relaciones Internacionales. Si bien es cierto que Rusia incumplió el Derecho Internacional, también es cierto que Crimea fue antes rusa que ucraniana y su población era mayoritariamente ruso o rusófona; también sus institucionales locales estaban controlados por representantes de la mayoría prorusa, que hacían campaña contra la corrupción de Ucrania (sigue siendo el tercer país más corrupto de Europa, por detrás de Rusia y Azerbaiyán), y los títulos de soberanía ucraniana eran muy débiles, pues Crimea fue cedida por un capricho de Khruschev cuando todo era la URRSS en 1954 y reconfirmada en 1994 a condición de que la flota rusa pudiera seguir utilizando sus bases en la Península: Si Crimea quería volver a Rusia, Rusia anhelaba el retorno de Crimea.

Así pues, desde 2014 están en guerra. Y es que no se puede construir lo que algunos llaman Europa sin o contra Rusia, porque en gran medida Rusia también es Europa, y no se puede hacer la Guerra Fría cuando esta terminó, y ser más papistas que el Papa (EEUU). La OTAN y la UE han infravalorado el poder de una potencia como es Rusia, y además se ha introducido en el avispero económico y político ucraniano como una cabra en un garaje. Y es que es cuestión esencial conocer la vinculación entre Rusia y Ucrania para analizar la actual crisis, pero desde la Historia y no la mitología, como hace Putin.

La mentalidad de Putin es neozarista. La invasión de Ucrania constituye una violación grave y flagrante de la Carta de las Naciones Unidas. Ninguna de las razones ofrecidas por Rusia (supuesto genocidio cometido por el gobierno de Ucrania, algo falso que ha llevado ante la Corte Internacional de Justicia este país contra Rusia) puede justificar la invasión, de ahí que ninguna interpretación lícita de la legítima defensa faculta a Rusia a realizar actos de agresión.

 

El crimen de agresión es la acción armada que Rusia ha cometido contra Ucrania. Crimen que puede desencadenar crímenes de guerra, crimen de lesa humanidad y violaciones flagrantes de los derechos humamos. Rusia no es la primera potencia que perpetra este crimen sin castigo (Rusia tiene derecho de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y no forma parte de la Corte Penal Internacional) en el siglo XXI: a comienzos del mismo lo cometió Estado Unidos junto a sus sirvientes, España y Reino Unido, entre otros, contra Irak, después Afganistán.

Ante esta agresión, Ucrania tiene derecho a ejercer su legítima defensa para hacer frente a la agresión tanto y cuanto duren sus efectos. Y de conformidad con aquella, puede solicitar la asistencia de los Estados de la comunidad internacional.

La OTAN tiene tropas en las fronteras ucranianas, ¿puede hacer algo más? No. Ucrania no forma parte de esta organización internacional, que solo defiende a sus Estados miembros. ¿Puede hacer algo más la UE? Las medidas adoptadas harán daño a Rusia a largo plazo, pero no la persuadirán, como no lo hicieron las adoptadas en el caso de Crimea. ¿Se puede hacer algo más? Sí, de un lado, el Consejo de Europa podría retirar la representación rusa y enseñarle la puerta de salida de esta organización internacional defensora de los derechos humanos y la democracia liberal; de otro, la Asamblea General de la ONU puede presionar políticamente a Rusia a través de sus resoluciones.

La guerra no le conviene a Biden ni a unos EEUU divididos ni a la UE. Los 27 están fracasando en la defensa de los espacios donde se juegan sus intereses más inmediatos. Esto pone de relieve que la UE se debe alejar de EEUU, crear su propio ejército, su propia política exterior.
En suma, el empeño por preservar esferas de influencia, recuperarlas o establecerlas en determinados espacios geopolíticas en desmedro de la influencia de otra potencia, no puede relegar la necesidad cada vez más imperiosa de respetar y proteger los derechos humanos, incluido el derecho a la paz, así como las normas y principios del derecho internacional humanitario. Lo que el mundo necesita, más que esferas o zonas de influencia, es el establecimiento de zonas de paz y zonas libres de armas de destrucción masiva. Mientras, el pueblo ucraniano es la verdadera víctima, al que hay que prestar asistencia humanitaria, auxilio a refugiados y desplazados. Tengamos fe, pero sin esperanza.

 

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