La atención Primaria (AP), es la puerta de entrada y pilar básico de nuestro Sistema de Salud, es parte fundamental para una Sanidad de Calidad. Debe garantizar a los usuarios una atención integrada, abarcando la promoción, prevención y el tratamiento de las enfermedades, incluyendo los Cuidados Paliativos y la Salud Mental. Al ser el primer nivel en la atención a los enfermos, debe ponerse en valor y prestigio. Sin embargo, el panorama es francamente desalentador desde hace mucho tiempo.
La precariedad con la que ha funcionado, y funciona, este primer nivel de asistencia, no es reciente; durante décadas, sin distinción de quien haya gobernado, la AP y en general la Sanidad, sólo en periodos de campañas electorales es motivo de debate y preocupación: vamos a hacer, vamos a destinar… Todo promesas que luego no se suelen cumplir.
Desde hace años, la sobrecarga y saturación de la AP es conocida por el Ministerio de Sanidad y por las CCAA. Con la aparición de la pandemia, a las plantillas existentes en precario se le han añadido las bajas de personal, dando lugar a un aumento del número de enfermos a atender. Si a todo esto le sumamos el déficit de especialistas, da como resultado el hundimiento de la AP.
Previamente a la pandemia, la AP estaba agotada y desmoralizada, al aparecer el coronavirus el sistema ha entrado directamente en colapso. Hay un descontento generalizado, tanto a nivel de usuario y familiares como a nivel de profesionales de la Sanidad.
En lo que respecta al usuario, entre las demoras de las consultas, las limitaciones de la consulta telefónica, (a tratar otro día), ya que contactar telefónicamente con un centro de salud es tarea complicada. En general, se ha creado un malestar por la deficiente atención de la cual se hace responsable al personal sanitario, creciendo la agresividad hacia ellos. Al profesional sanitario, ya de por sí desmoralizado y sin incentivos, se ha añadido la sobrecarga de trabajo por las bajas del personal contagiado por la pandemia.
Estamos en un sistema en el que lo importante son los números. Hay que ver al paciente lo antes posible, ya que muchos otros esperan en la puerta. Se programan las citas para que se vean los enfermos en visitas de cinco a seis minutos. Tiempo ridículo, ya que, debido al diseño de los programas informáticos, tienes que dedicar más tiempo a rellenar los datos que al enfermo. Da la sensación de que están diseñados exclusivamente para controlar la actividad, considerando al enfermo un número.
Esta forma de trabajar, denunciada desde hace muchos años por los profesionales sanitarios, está dando lugar a la falta de sanitarios ya que muchos de ellos, sobrepasados física y emocionalmente, optan por una jubilación anticipada o la búsqueda de una invalidez. Por otro lado, los jóvenes al ver el panorama, y con la sensación de que esto no va a cambiar nunca, gobierne quien gobierne, optan por la emigración, por cambiar de especialidad o simplemente de profesión. De continuar con esta inercia, se está permitiendo la agonía y muerte de la Atención Primaria. Con esta tendencia lo único que los distintos gobiernos (sin distinción de color), están fomentando y poniendo en auge es la privatización de la sanidad.
Exceptuando estos dos últimos años, qué acuciados por la pandemia no ha habido más remedio que dedicar ingentes cantidades de dinero en Sanidad, la desinversión continua desde hace ya más de 10 años, especialmente en AP, nos ha llevado a esta situación repercutiendo negativamente en la salud de la población. España ha desoído las recomendaciones internacionales sobre AP, la falta de inversión previa a la pandemia, junto a una falta de planificación y de recursos suficientes, ha dado lugar a una desatención de personas vulnerables, enfermedades crónicas sin control y diagnósticos tardíos. Las recomendaciones de los organismos internacionales recomiendan que el gasto en AP sea del 25% del total del gasto sanitario; por el contrario, en España se ha reducido en un 3% entre 2009 y 2018.
La pandemia ha puesto de manifiesto las carencias de la asistencia sanitaria. Los pacientes han perdido el contacto con sus médicos de familia y pediatras, y las consultas telefónicas no han resuelto los problemas ni han cubierto las necesidades asistenciales. Mientras tanto nuestros políticos, siguen inmersos en sus intereses particulares de desprestigiar y criticar la labor del adversario, sin ver que la responsabilidad es de todos, gobierne quien gobierne.
¿De qué forma se podría dar solución, y poder dar una asistencia correcta en AP?
1º – Creando más plazas de formación para especialistas en aquellas especialidades donde existe déficit.
2º – Una vez que hay más especialistas, aumentar las plazas de medicina familiar, pediatría y de enfermería con el fin de alcanzar las ratios de profesionales de otros países de la Unión Europea. De esta forma se podría poner un número limitado de enfermos en las consultas sin aumentar las listas de espera.. Existencia en los centros de salud de Psicólogos clínicos, para la atención de la Salud Mental, y Nutricionistas, ya que muchas de las consultas realizadas en AP son referentes a estas partidas
3º – Aumentar el tiempo de consulta por paciente, que debe ser como mínimo de 10/15 minutos. Para esto, es indispensable el punto uno y dos.
4º – Contar con infraestructuras y medios técnicos necesarios para desarrollar la correcta asistencia de los enfermos.
5º – Retribución adecuada a todas las categorías.
Para poder llevar a cabo estas medidas es necesario aumentar, lo que sea preciso, la inversión en Sanidad. En la reunión celebrada en 2019 en la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la cobertura sanitaria universal, los países se comprometieron a reforzar la atención primaria de salud. La OMS recomienda a todos los países incrementar la partida presupuestaria de AP en un 1% del PIB.
Urge que Ministerio de Sanidad y Comunidades Autónomas refuercen la atención primaria. Hay que introducir con urgencia mejoras y corregir deficiencias.
