Por un error de cálculo estas líneas tendrían que haber salido en el número anterior con motivo del Día del Padre. Pero más vale tarde que llegar el primero y que todavía no haya llegado nadie para agradecértelo. Por eso. aunque con efecto retardado, procedo a continuación a enmendarme aún a sabiendas de que las personas a las que debo mi paternidad piensan que este día es un invento de El Corte Inglés importado a Yecla felizmente por Asocomy. Resulta muy contradictorio que quienes me hicieron padre echen ahora pestes del Día del Padre. Debería ser una gran celebración a tres bandas; cada año tendrían que festejarlo por igual los hijos y la madre/esposa junto al pater familias. Es de cajón: yo soy padre por la sencilla razón de que tengo tres hijos y una hija.
Y por las mismas soy padre porque mi mujer, nunca aquí mi señora, quedose embarazada con sumo deleite en los años en que ella se dirigía a mí llamándome “Ñon”, de Antoñón. Ahora me llama “Ñico”. (Saquen ustedes sus propias conclusiones). Mira que intenté yo infinidad de veces quedarme embarazado para quitarle a mi mujer un peso de encima pero no hubo manera. De nada sirvieron los libros y vídeos que nos guiaron en tantas ocasiones en la intimidad de nuestro receptáculo amatorio. Mi mujer me tiene que querer mucho porque yo sería incapaz de compartir lecho con un sujeto como yo. Al menos antes de conocer a sus padres. (Punto y aparte y pasemos a la parte más emotiva, porque ya se sabe que el que parte y reparte se lleva la mejor parte, en este caso yo).
Y hablando de partes, por mi parte lo único que yo quería contarles en tan señalado día como este es que me siento muy orgulloso de ser el padre de mis hijos. Es falso de toda falsedad que los hijos salen buenos o malos. A los hijos se les educa correctamente o de mala manera. Por eso como padre orgulloso y como cogito ergo sum, a lo único que aspiro es a que mis hijos no me olviden nunca cuando yo desaparezca de este mundo y de la Mannix . Que se pongan en mi lugar cuando anden perdidos, sin saber por donde tirar. Que cuándo la mala gente con la que seguro se toparán quiera darles gato por liebre piensen en cómo actuaría yo y se comporten de la misma forma. Que cuando se queden sin palabras pongan en su boca todos los consejos y sugerencias, también llamados sermones, que he intentado transmitirles. Que cuando estén hundidos, hechos polvo, pasando una mala racha de esas que te arrincona en un callejón sin salida, se acuerden de mí y elijan la puerta que yo abriría. Y, sobre todo, que críen a sus hijos como yo los he criado a ellos.
Acordarse de nosotros cuando peor lo estén pasando será la única herencia que su madre y yo vamos a dejarles. (Mis queridos Ramiro, Hortensia, Antonio José y Jesús: Os lo ha dicho mamá miles de veces, nuestra única obligación como padres es dejarnos la piel en daros la mejor educación para que seáis capaces de manejaros por vosotros mismos. (Ojalá lo hayamos conseguido).