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Yecla
domingo, 24 noviembre, 2024
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LA FERIA DEL MUEBLE DE YECLA, UNA TARDE DE EXCURSIÓN

Esperanza Esplugues

Los primeros recuerdos de la Feria del Mueble de Yecla son de los años setenta cuando para nosotros, chiquillería, representaba “una tarde de excursión” como si fuéramos a cualquiera de las ferias de los pueblos de alrededor. Veníamos en lo que se decía una “cochá”, un coche a tope de pasajeros, actualmente totalmente prohibida por las normas de tráfico y el sentido común, dos matrimonios con toda o casi toda la prole (siempre podía haber algún crio que se quedaba con los abuelos o con algún amigo) cogían un coche y a Yecla a ver la Feria, los padres se perdían por los pasillos para hablar con sus clientes y las madres y los chiquillos deambulábamos de stand en stand o en la calle convertida en un hervidero de gente, ellas mirando y comentando, parándose a charrar con otras paisanas o conocidas, y nosotros jugando y, seguro que, enredando “educadamente” como chavales de aquella época, después la excursión seguiría con un aperitivo o merienda en algún establecimiento hostelero y a casa medio durmiendo en el viaje.

A la Feria acudían los tejedores de mi pueblo que tenían en las casas antiguas, o en pequeños corrales o cocheras, los telares con los que se tejían las mantas marrones o grisáceas con las que se envolvían los muebles de madera para su transporte, telares que llevaban a ratos “padres, madres, hijos y betijos” en una economía familiar esencia del desarrollo de la industria, mantas que después traían los cabezas de familia a venderlas a los fabricantes de muebles, más tarde vino el plástico de burbuja, los “foams” y los diferentes materiales para embalar de hoy en día.

También era la cita de los que traían las badanas y las telas de arpillera para tapizar, o “las borras” que se utilizaban de relleno y que además servían para sustituir a la lana en los colchones y almohadas de muchas casas, o las telas del “forrerio”, o el papel y el cartón con su amplio abanico de utilización y después los que fabricaban el “tejido sin tejer”, tnt o blanco, como cada uno lo llame, o esos tejidos innovadores y sorprendentes que han ido sustituyendo a las tradicionales telas de tapicería con brocados y jaqcuards (Jacard, Yakar, Yacar, Yacaryakkars)… Más tarde, y con la excusa de hablar con los clientes de los padres y ponerles cara a las voces telefónicas, la excursión de una tarde se convertía en “salir un sábado” con los “novietes” y los primeros coches que nos dejaban los padres a ver esos muebles con los que soñábamos para “montar el piso o la casa” y hacernos una idea, que ya, con fechas puestas, se podría hacer realidad en las visitas a las exposiciones.

Pasó el tiempo, el piso se montó dónde está el trabajo y la Feria pasó a ser una de más de las actividades anuales con los preparativos y los nervios de los clientes en los días previos, con la búsqueda de innovaciones y la intención de facilitar los procesos, con la modernización de la maquinaria, con las distintas aportaciones en la agilidad de los desarrollos de cada uno de los modelos que salen de las ideas del diseño, con la evolución de esas máquinas de coser industriales que marcaban la diferencia entre la “tapicería moderna” que utilizaba cosido y la “tapicería clásica” que era artesanía de tapiceros y guarnicioneros, o el progreso en las pequeñas máquinas de cortar neumáticas que ya eran un avance sobre las tijeras que deformaban las manos y que fueron creciendo hasta llegar a las actuales salas de corte…

Y después, cuando la Feria del Mueble de 2022 cierre sus puertas, cuando pasen esos cuatro días de actividad frenética que ha necesitado su tiempo para los diseños, la preparación, el montaje, los detalles, la arquitectura efímera de los stands, los reencuentros, los protocolos, la aplicación de las medidas anti-covid (presente aunque le vayamos prestando menos atención),… “la normalidad” no vuelve al día siguiente. Empieza una ardua tarea de poner a punto la información recopilada, los contactos, los pedidos, las impresiones de los modelos que se han lucido, los cambios sugeridos, las opiniones recibidas, las tendencias de otros expositores, las ideas que surgen sobre la marcha,… Ahí empieza el día a día en esos sesenta años, igual en el primero que en el último.

Las fotos, las imágenes, los documentos guardados, los papeles curiosos, la propaganda, la publicidad,… serán las que permitan poner fechas, recordar historias y guardar memoria de la evolución de ese camino. El mueble de Yecla ha cambiado en este tiempo, en las primeras Ferias era la madera de mesas, armarios, camas, coquetas, cómodas, mesitas, recibidores, sinfoniers,…los que ocupaban los pabellones y ahora son las telas, los tejidos técnicos y la piel de sillones, sofás, chaiselongue, sillas, relax,… los que acaparan la misma extensión. Hay nuevas modalidades para entender los espacios que habitamos y ello se refleja en las piezas que se exhiben, hay también una nueva concepción del ambiente que queda impreso en los diseños y en la inutilidad de ciertos aspectos del mobiliario, incluso en la ausencia de muebles tradicionales en los catálogos actuales.

De las “excursiones” queda un pequeño ‘souvenir’ de una de las primeras máquinas que se expusieron que grababan formas como de talla en la madera, junto a ese pequeño ‘trocico’ de madera grabado, convertido en “decoración” al lado de jarrones en una estantería del comedor, hay por la casa una de esas mantas marrones con rayas más claras que se utilizaban para el transporte de los muebles y que quedaban dobladas y apiladas cuando los camiones venían de regreso, en un círculo de reutilización de los que están tan de moda y son tan necesarios actualmente. Las personas de aquellos años van desapareciendo: Carlos, Miguel, Juan, Jorge, Eladio, Fermín… Allá donde estéis, estaréis viendo la Feria del Mueble que ya ha cumplido sesenta años y en la que disfrutabais cada vez que veníais, para vosotros eran visitas de trabajo, pero también de ocio como los garbeos de tant@s yeclan@s que se dejaban caer para pasear por sus stands y comentar “ese sofá lo he cosido yo”, o “ese mueble lo ha montado mi marido”, o “eso es de mi fábrica”…

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