Hace muchos años, aunque no tantos como parece, si querías quedar bien en alguna tertulia profunda, de esas tertulias profundas que solo se tienen en los bares, cada vez que surgía el tema de la homosexualidad o del racismo dejabas caer alguna frase del tipo “yo tengo muchos amigos homosexuales y son muy normales”, o “conozco a muchos negros y son gente majísima, o sea”, por temor a que alguno de los contertulios pensara de nosotros que éramos unos fascistas homófobos que acabábamos de firmar la solicitud para ingresar en el clan del Ku Klux Klan.
Por Fortuna (y creo que también por Archena), hoy damos por sentado la plena normalización social de todos los colectivos que las han pasado más canutas que san Amaro con la discriminación y la marginación que han sufrido de aquí para atrás. Que han sufrido y que todavía padecen, aunque ya no sea como antes, en pueblos como Yecla. (Punto y aparte, o, ya que estamos, ‘apartheid’). Así de claro lo afirmaba Emi Palao en nuestro número anterior en la entrevista que mantuvo nuestro compañero Álex Delegido con él y con Jeni Sanchís, portavoces del recién constituido colectivo local “Orgullo crítico”.Hace falta ser muy valiente, muy grande, para dar la cara en Yecla y denunciar que aún quedan ramalazos de intransigencia y fanatismo en nuestra localidad que no admiten que cada cual es libre de hacer de su capa el sayo que mejor le siente. Como si tuviéramos que pedir a alguien permiso para pensar, actuar o ser como nos dé la real gana a cada uno. Se llama respeto, por si alguno no lo ha pillado. Respeto por las decisiones de todo tipo que cada uno adopte en su ‘modus vivendi’. Cuesta creer que todavía hayan seres obsesionados, y ‘obsexionados’, con la bragueta de su vecino y con meterse en las alcobas de los demás. Vive y deja vivir. Por eso, bravo por Emi Palao. A su compañera Jeni no tengo el gusto de conocerla, pero bravo por ella también. Hablando de orgullo, para mí es un inmenso orgullo contar en Yecla con gente como Emi el Grande, dispuesto a erradicar la sinrazón entre sus paisanos. Estar contra la homosexualidad es como estar contra las uñas de los pies, los peces de colores o los nísperos de secano. O sea, una sandez.
Y aquí acabamos esta gentil semblanza con un punto y final y una posdata: Creo que el Día del Orgullo se tiene que seguir celebrando para continuar poco a poco abriendo ventanas por las que entre la luz en los sesos más oscuros, pero… ¡Pero! No entiendo qué tiene que ver reivindicar el colectivo LGTBI con desfilar enseñando la cueva del tesoro o la pirula. Es como si los heterosexuales (y pido perdón por ser muy ,pero que muy heterosexual), saliéramos en porretas con la parienta del bracete. Con lo que me cuesta a mí enseñar mis carnes serranas en la playa como para salir como Dios me trajo al mundo desfilando por el ‘Pasico el gato’ con la chucha al aire. Que, por otra parte, sería un espectáculo digno de reseña y portada. Pasen y vean. Respeto, se llama respeto por si alguno no lo ha pillado.