Los hijos, si ellos así lo deciden, no tienen ninguna obligación de querer a sus padres. Ninguna en absoluto. Ni mucho menos tienen porqué llevarse bien o guardarles la mínima consideración por el simple hecho de ser sus padres. ¿Qué es eso de que los hijos deben respeto y obediencia a sus padres? Será si ellos quieren. Somos los padres los que tenemos la obligación de amar a nuestros hijos y de darlo todo por ellos sin pretextos ni condiciones.
Para eso trajimos a los hijos al mundo sin consultarles ni pedirles permiso a ellos ni a nadie, porque nos dio la gana ser padres. A nuestros hijos les hubiera dado exactamente igual que en su día hubiéramos llegado a la conclusión de no querer engendrarlos nunca. De ahí que no podamos exigirles que muestren ninguna estima, ninguna relación de cariño o cordialidad por pequeña que sea si ellos creen que no nos la merecemos. Nuestros hijos son un capricho solo nuestro. Cada uno sabrá lo que con sus hijos ha hecho bien, mal o regular, o lo que ha dejado de hacer para que sus hijos estén deseando abrazarlo o quieran desaparecer de su lado para siempre y que nunca más vuelva a saber nada de ellos.
Si hubiera dependido de nuestros hijos, quién sabe, a lo mejor no hubieran nacido nunca o se lo habrían pensado dos veces antes de que los cogiéramos en brazos por vez primera. Tanto ellos como nosotros tenemos lo que nos merecemos. Tuvimos hijos sin tener ni idea de lo que significaba ser padres y ellos nacieron sin tener ni idea de lo que significaba ser hijos. De haber conocido con anterioridad el mundo que les hemos preparado quizás hubieran venido antes o tal vez habrían optado por quedarse donde estaban y no venir nunca. Pero no les dimos opción a elegir. Por eso, insisto por si a alguien no le ha quedado claro, los hijos no tienen ninguna obligación de llevarse bien, ni siquiera medianamente bien con sus padres. Pueden tener la conciencia tranquila porque no cometen ningún agravio hacia nosotros que podamos echarles en cara. Se pueden comportar con sus padres como ellos estimen oportuno.
Somos los padres los que tenemos que ganarnos su afecto y su apego, los que tenemos que demostrarles que estamos a su lado desde antes incluso de que nacieran, que nunca les vamos a fallar, que estamos aquí para las duras, las maduras y las más duras. Para lo bueno, lo malo y lo peor, principalmente para lo malo y para lo peor. Somos los padres los que únicamente tenemos la obligación de amar y respetar a los hijos. O al menos así deberíamos entenderlo, desde el mismo instante en que llegaron hasta ahora que ha regresado el eco a nuestras casas porque nuestros hijos han dejado el nido vacío. ¿Volverán? Depende de ellos. Nosotros ya hemos hecho todo lo que creíamos que debíamos hacer. Que vuelvan cada vez que ellos quieran volver, sin ninguna obligación. Ha llegado el momento de que nos demuestren si según ellos hemos sido o no buenos padres. Ellos sabrán.