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Yecla
sábado, 23 noviembre, 2024
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LA GUBIA Y EL BURIL

José Zafrilla

La gubia y el buril, dos herramientas que eran esenciales entre otras muchas para el desarrollo del trabajo de un tallista.

Me voy a referir al profesional de la talla de madera, ya que todo escultor que se precie se mueve en ese campo de la belleza de imágenes y detalles de la madera y esculturas.

La talla era un bello adorno que imprescindible en todo el mueble que se fabricaba en Yecla, en manos de esos “tallistas” que se reunían en pequeños talleres, que moldeaban la madera para dar ese fondo clásico a aquellos aparadores, camas, butacas, que acababan sus respaldos con un remate de talla tan particular como quiso la mano de su autor.

Esos talleres en los que los maestros enseñaban con sus diseños a los tallistas manuales. Hablo de Pedro Ortega, de Aurelio Roses, de Pacheco, Lara, etc.

Posteriormente las fábricas se ampliaron y nuestros muebles yeclanos se exportaban por toda Europa y Asia y esa ampliación llevó consiguientemente a que en las fábricas se instalasen las “copiadoras” que equivalían a las impresoras de hoy en día, pero siempre tenía que haber un diseñador y un artesano tallista.

Es una lástima que, poco a poco, estos trabajadores hayan tenido que desaparecer y se haya perdido en los operarios la habilidad de trabajar la madera. Los muebles ahora son todos planos, y en algunos la madera se sustituye por otros elementos. Sí, puede que sean más adaptables a los pisos de hoy con tanto electrodomésticos cada vez más abundantes.

Volviendo a la talla, a esas bellezas ornamentales, están reflejadas en Yecla en todas las carrozas que procesionan por nuestras calles anualmente y que son una muestra artística de esos profesionales que tuvo y tiene Yecla.

También podemos verlas en algunas casas no tan modernas de nuestro pueblo.

Un trabajo permanente del tallista Aurelio Roses ha quedado reflejado en la colección de escudos que se muestran en nuestro en el Salón de Plenos de nuestro Ayuntamiento.

A mí también me gustaba la talla y en el taller de mi padre, Eduardo, me expansionaba con las gubias haciendo “gallatos” para los adornos de las puertas de los armarios. Los triángulos que se conseguían con los buriles  le daban unas espirales preciosas a las tallas; y el “formón” las terminaba. Nosotros no teníamos “copiadoras”, éramos más humildes pero también terminábamos nuestras tallas.

Sirvan estas notas para exaltar esa profesión y a esos profesionales desaparecidos en el entorno de los operario del mueble de Yecla.

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