Tras tres décadas sobrio, este vecino de Yecla expresa en nuestras páginas su testimonio personal con el fin de servir de ayuda a personas que estén luchando en estos momentos contra la dura enfermedad del alcoholismo.
Antonio M. Quintanilla – Alex Delegido
Vaya por delante que la idea de esta entrevista ha surgido de usted por su interés en transmitir a los lectores que ha cumplido 30 años sin consumir alcohol. ¿Qué idea exactamente es la que quisiera dejar en la memoria de quienes lean esta entrevista?
La idea principal que quiero transmitir es lo difícil que resulta, por ejemplo, aguantar 30 años sin probar el alcohol en una sociedad en la que se empuja a la gente a beber. Quiero intentar ayudar a través de mi experiencia, pero no por llevar 30 años es más fácil. Sigue siendo muy complicado para cualquiera que haya caído en esta enfermedad.
¿Resulta más difícil enfrentarse al alcoholismo en un pueblo donde nos conocemos la mayoría de vecinos?
Es muy complicado, por mucha ayuda que puedas tener, porque siempre hay un rechazo familiar a acudir a cualquier asociación. Unas palabras que he escuchado mucho durante demasiado tiempo son: “¿Qué van a decir si vamos a la asociación’”. Ahí, en esas palabras, se pueden observar todas las complicaciones de afrontar este tema en una localidad pequeña como Yecla. Tenemos que ir poco a poco acabando con estos prejuicios.
¿Qué factor ha sido más difícil a lo largo de estos 30 años para no caer en la tentación?
Yo me identifiqué con mi problema con el alcohol ante la sociedad para tener un camino más libre en mi enfermedad. Así nunca he tenido que ir escondiéndome. En cuanto a los factores, el más importante es la omnipresencia del alcohol en nuestra sociedad. En cualquier celebración se bebe alcohol porque es algo que va intrínseco en la cultura española. Las únicas formas de superarlo son mucho trabajo, constancia y también autocontrol. Tener fuerza mental es importante. Sólo por ofrecer un detalle, puedo decir que no he bebido alcohol en estas tres décadas ni siquiera en los brindis de las bodas de mis tres hijos.
Imaginamos que la compresión y en apoyo de la familia es fundamental…
Sin ninguna duda. En mi caso, hasta que dejé el alcohol, como le ocurre a cualquier persona que sufre esta enfermedad, mi vida familiar era una auténtico caos. Para mí, mi familia ha sido uno de los pilares más importantes que he tenido como enfermo alcohólico en rehabilitación. Y quiero agradecer a mi mujer e hijos su inquebrantable apoyo.
¿Cómo se le puede hacer entender a la gente más reacia con este tema que el alcoholismo es una enfermedad y no un vicio?
Lo primero que debe tener la sociedad en su conjunto, es una mayor empatía. Las personas que hemos pasado por esto hemos tenido que soportar muchos años la palabra ‘borracho’, dicha como insulto. Desde la asociación ARY siempre se ha hecho mucho hincapié en que el alcoholismo no es un vicio, sino una enfermedad. Es necesario contar con más apoyo de todos, especialmente de las diferentes Administraciones Públicas, para ir acabando con esta idea que tanto daño causa y que es completamente absurda e injusta , algo que quiero que quede totalmente claro.
Usted presidió la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Yecla durante un largo periodo. ¿Qué conclusión y experiencias guarda de aquella época?
Yo llegué a la asociación ARY como usuario, en 1993 y tuve el honor de llegar a ser presidente, ya unos cuantos años después. A día de hoy sigo en la asociación porque creo que es una forma muy eficaz de ayudar a las personas. Yo lo que más valoro de mi paso por ARY es el trabajo firme para intentar ayudar a los enfermos y el apoyo que siempre se ha prestado a los familiares. Conseguir los logros, no depende sólo de ser presidente de una entidad o no, sino de un trabajo en equipo, de un grupo de personas que trabajamos por hacer más llevadero el alcoholismo a muchas personas de nuestra localidad. Pero sí quiero citar a dos grandes amigos. A Marcos ‘el sastre’. Nunca olvidaré unas palabras que se me quedaron marcadas a fuego y que él pronunció: “”Yo, a cualquier país, a cualquier ciudad que vaya, siempre tendré una silla, como enfermo alcohólico, para escuchar o ser escuchado”. También quiero destacar a Aroca ‘el villenero’. En febrero cumplirá también 30 años sin probar el alcohol, un enfermo que trabaja por sus compañeros y los familiares de estos y que es el que más terapias lleva a sus espaldas.
Para terminar, dos consejos. Uno para la gente que actualmente está en el proceso de abandonar esta adicción y otro segundo consejo para los padres, madres, parejas, hijos… Para los familiares que andan perdidos a la hora de ayudar a sus seres más cercanos a dejar el alcohol?
El alcohol causa el mismo daño a un obrero, a un empresario, a un funcionario o a un catedrático de la Universidad. Pero mi mensaje es firme, recto y claro: todos deben tener en cuenta es que la voluntad de dejarse ayudar es algo esencial. El familiar debe ser el pilar importante, por muchas negativas del enfermo que se encuentre. Y las asociaciones y las Administraciones Públicas deben prestar la ayuda que se necesita. Por mi parte, quiero decir que estos 30 años, mis primeros 30 años fuera del alcohol han sido duros, pero han merecido la pena. Han sido duros y lo seguirán siendo, porque yo lucho constantemente, por mi abstinencia y por el bienestar familiar, porque los míos ya lo pasaron suficientemente mal en aquellos años de incertidumbre.