Delfina Marco Navarro
Cada vez que escucho la expresión ‘nativos digitales’ se me llevan los demonios, porque los niños no nacen sujetando un móvil entre sus manitas. Son los progenitores de la criatura los que deciden colocarlo frente a las pantallas a muy corta edad. Que nadie se equivoque pensando que reniego de la tecnología, ni mucho menos. Desde hace años tengo un blog y navego por Facebook, Twitter, Linkedin, Instagram yTikTok. Como la inmensa mayoría, vivo pegada al móvil, usando WhatsApp a diario. A través de las redes sociales me informo, relaciono y distraigo.
La tecnología bien utilizada es una vía de comunicación, información, expresión y aprendizaje continuo. Pero también conlleva el riesgo de dejar de razonar, analizar, reflexionar y cuestionarnos muchas cosas. Porque te acostumbras a tener lo que quieres de manera inmediata, sin apenas esfuerzo. Y sí, claro que restan un tiempo precioso que dejas de invertir en otras cosas, y generan adicción.
No seré yo quien demonice a las redes sociales, pero sí tengo clarísimo que como con todo en la vida hay que manejarse con equilibrio y autocontrol. Dedicarles tiempo no debería implicar, por ejemplo, dejar de leer. En lo que llevamos de año ya me he leído tres novelas. Comentaba recientemente la psicóloga y escritora Patricia Ramírez que “por desgracia estamos perdiendo algo muy importante, la práctica de leer. Y con ello nos estamos idiotizando como sociedad”.
Y desde luego lleva mucha razón porque hemos concluido e iniciado el año con dos noticias un tanto desalentadoras. Por un lado, a finales de 2023 descubrimos que los conocimientos de los adolescentes españoles según el Informe PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos) han empeorado considerablemente en comprensión lectora y matemáticas. Por otro, según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros que ha presentado la Federación de Gremios de Editores de España indica que más de un tercio de los españoles no lee nunca o casi nunca.
Si no queremos que la mediocridad campe a sus anchas vamos a tener que buscar soluciones, porque la lectura y la escritura son pilares fundamentales que acompañan a la persona durante toda su vida. Ambas prácticas activan ciertas áreas del cerebro, las hacen trabajar. Leer y escribir generan, entre otras cosas, aprendizaje, aumento de vocabulario, comunicación efectiva, habilidades verbales, autorreflexión, calidad de pensamiento y toma de decisiones. Estimulan la memoria, la empatía y la creatividad.
Aunque mis hijos ya son adultos, de sobra sé que por el trabajo y las obligaciones diarias llegamos todos reventados a casa, y lo más cómodo y rápido es distraer a los niños haciendo uso de las tecnologías. A veces mis amigas más jóvenes me reprochan que yo lo tuve más fácil, porque durante la infancia de mis hijos los móviles todavía no tenían tanta presencia.
Nunca he ido de madre perfecta, qué va, me he equivocado en muchas cosas, pero les he leído muchos cuentos a mis hijos y he disfrutado como una enana inventándolos para ellos, haciendo dibujos y dando vida a sus juguetes creando diálogos. Me han visto y me ven leer, aunque eso tampoco garantiza que se conviertan en grandes lectores. Con ella lo he conseguido, con él no pierdo la esperanza de que alguna vez la lectura tenga mucha presencia en su vida.
Hay que fomentar el hábito de la lectura y trabajar la comprensión lectora, desde pequeños. Acostumbrar a los niños a leer, a emocionarse y disfrutar de los cuentos, de los libros. Pero también deben hacerlo los adultos. Tiempo para lo que realmente nos apetece siempre nos falta, llevamos muchas cargas. Y si te pones con una cosa tienes que renunciar a otra. No me sirve de excusa la falta de tiempo o de dinero para invertirlo en libros. Sí se pueden encontrar ratitos para leer.Y disponemos de una maravillosa y actualizada biblioteca municipal que nos presta libros a demanda.
Tenemos que conseguir que nuestros adolescentes alcancen la excelencia en comprensión lectora y que el tercio de españoles que nunca leen lo hagan. Porque, como dice el profesor Josep M. Clopés, «el principal recurso de una empresa, institución, país, es la suma de sus talentos».