Las calles de Yecla son parte de esta historia que habla de la desaparición de niños con un tono de suspense y terror
El pasado jueves 17 de abril salía a la venta “El hombre sin rostro”, la nueva novela del escritor yeclano Claudio Cerdán. En este thriller publicado por la editorial Destino, la reaparición de un niño secuestrado pone en el punto de mira de los investigadores a un misterioso psicópata que tiene un plan perverso. “Las novelas negras están llenas de asesinos en serie atroces, pero ¿puede haber algo peor? Ahí es cuando “El hombre sin rostro” entra en escena”, nos cuenta el autor.
Una de las sorpresas que aguardan entre sus páginas es que la historia transcurre íntegramente en la Región de Murcia. “Tras tantos años viviendo en el extranjero me sentía en deuda con Murcia”, nos cuenta Cerdán. “Murcia me acogió con los brazos abiertos y le debía este libro”.
La novela sucede en lugares tan emblemáticos como las salinas de San Pedro del Pinatar, la Catedral de Murcia, el Santuario de Totana, el puerto de Cartagena, la sierra de Moratalla o, como no podía ser de otra manera, las calles de Yecla. “Murcia es un lugar mágico para ubicar una trama, tiene un montón de escenarios increíbles y de rincones ocultos que son una delicia. Estoy convencido que el lector se sorprenderá”.
A medio camino entre el policiaco y el terror, la historia bebe mucho de “El hombre que ríe”, de Victor Hugo, del que no solo se inspira sino que además es muy importante en la trama. “Para un padre no hay mayor dolor que perder a un hijo. Y Roberto Cusac lo sabe bien: bastaron unos segundos para que Jaime desapareciera de un parque infantil sin dejar rastro. Años más tarde, en un intento por redimir su culpa, entra a trabajar como investigador privado en una fundación de personas desaparecidas junto con Inés Herrera, su esposa. Tienen otro hijo, que ha crecido a la sombra de un hermano al que nunca conoció. Una noche, en un paraje inhóspito, reaparece un niño. Desnutrido y con evidentes signos de tortura, el pequeño relata haber estado encerrado por un hombre sin rostro”, explica Cerdán.
