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jueves, 19 septiembre, 2024
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COMO HORMIGAS

JUAN MUÑOZ GIL

Los veranos hoy en día son el reflejo evidente de los hormigueros. No hay más que observar las hileras de coches que se organizan, las aglomeraciones en las playas, la multitud que se afana en los conciertos, las colas del hambre o en la nieve ascendiendo a las cumbres más altas del Planeta, y tantas otras oleadas de gentes de un lado a otro, igual que hormigas.

Ha resultado una realidad patente el que esos bichitos, que de tal manera molestan durante el verano a los terrícolas con sus incursiones imprevistas en los lugares más indiscretos del hogar, gracias a su organización social y cooperación les ha permitido existir en la Tierra más de 150 millones de años, tiempo que ya quisiéramos los humanos para nuestra especie, ya que solamente andando por aquí unas decenas de miles de primaveras, parece ha comenzado nuestra extinción de no aparecer algún Supermán salvador y lo remedia, porque el invento humanoide se ha resuelto con una muy desproporcionada distribución de todo lo bueno, tanto la salud, como la riqueza o el amor, al asumir entre los humanos el libre albedrío en sus comportamientos se complica la convivencia entre sí, pero a veces no se sabe qué puede ser mejor.

Recientemente se ha descubierto, y así lo confirman mirmecólogos, ocupados en el continuo estudio de estas menospreciadas criaturas siguiendo en fila una tras otra, ocupadas en sus tareas, y resulta, según observaciones recientes, que estas diligentes e incansables hormigas que tanto nos incomodan son las más viejas del hormiguero, esperando todas las jóvenes alrededor de su reina, seguras y felices en el interior y alimentándose de lo que continuamente aportan las activas ancianas, además de ofrecerse en todo momento a enfrentarse ante las situaciones peligrosas que continuamente se les presentan y trabajando hasta desfallecer, todo ello en beneficio de la pervivencia de la colectividad.

Sin embargo, nosotros los humanos nos regimos de forma totalmente antagónica al mantener inactivos y seguros a los viejos, educando a los niños para que lo antes posible dediquen sus energías y conocimientos a producir y contribuir a mantener a toda una nutrida corte de ancianos, y no menos también a un funcionariado desmesurado e ineficaz en su mayoría, sin descartar a los tantos perezosos y mal entretenidos condicionados de por vida a la vagancia. Así las cosas, y ante las presentes perspectivas sociopolíticas que nos está tocando vivir, se presiente que el hormiguero humano puede ser chafado en cualquier momento por la mortal pisada de un ogro fantasmón, representado y camuflado en la crueldad, la envidia, el rencor o la ambición, para que todo se vaya al traste según ya vaticinan los agoreros nigromantes.

En Yecla nuestro pueblo, podemos decir que la actitud hormiguera ha prevalecido en una mayoría de emprendedores consecuentes y respetuosos tanto con el productor como con el medioambiente, generando una malla fructífera de empresas personalizadas, como bien podemos observar al contemplar el planisferio de industrias diversificadas en los distintos polígonos industriales diseminados por los alrededores el pueblo. Antaño lo fueron las heredades agrícolas minifundistas esparcidas por todo el término municipal yeclano, pero debido al desarrollo generado por la agricultura intensiva, poco a poco se ha ido perdiendo la función tradicional del campo, como así también ha ocurrido con los trabajos artesanos que fueron desapareciendo a medida que las grandes superficies asumían la funcionalidad productiva en grado sumo primando el consumo y anulando la creatividad individual.

Hay países europeos cuyos gobiernos financian estas profesiones tradicionales con subvenciones que permiten su mantenimiento sin tener en cuenta la rentabilidad económica, al ser consideradas estas actividades ancestrales como la esencia misma de la sociedad humana, aunque aquí en nuestro país, dudo que podamos ver esa acertada disposición de subvencionar oficios desaparecidos ya que un artesano puede no ser del partido que gobierna, como ya ocurrió con el voto femenino en la Segunda República, al ser las mujeres la mayoría muy religiosas, a la izquierda no le interesaba que votaran al suponer que su voto resultaría negativo para el socialismo.
Sea esta sucinta narración como evocación de una charla familiar propia del verano a la sombra de los pinos, en tanto afrontábamos una canícula tan sofocante como la acontecida en este 2024, y sin que las hormigas nunca hayan dejado de estar presentes.

 

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