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jueves, 21 noviembre, 2024
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UNA VACACIONES CON NOTA DE 20

En vacaciones puedes huir, alejarte o esconderte de todo el mundo menos de ti mismo y de la procesión penitencial que todos llevamos por dentro

ANTONIO M. QUINTANILLA

Regresamos. Todo lo que empieza acaba aunque no todo lo que acaba tiene porqué volver a empezar. ¿Y las vacaciones? Bien, gracias. Y quien responda lo contrario que se lo haga mirar ya que tiene un problema del quince. Porque salvo fuerza mayor las vacaciones son para disfrutarlas, aunque te quedes en casa o te largues, como se decía antes, a dónde Cristo perdió el gorro, que más o menos está entre la Conchinchina y el quinto pino. A lo mejor quienes no se lo hayan pasado bien ni han logrado la ansiada desconexión es porque no terminan de asimilar que, aunque viajemos a la otra punta del mundo, nos vayamos a la vuelta de la esquina o nos quedemos tomando el fresco en la puerta de casa, casi nunca logramos alejarnos lo suficiente de nosotros mismos como para salirnos de la procesión penitencial que todos llevamos por dentro. Puedes huir, alejarte o esconderte de todo el mundo menos de ti mismo. Por eso, a lo mejor, el balance final de nuestras vacaciones no depende de si hemos acertado o no con el destino elegido sino en si hemos sido capaces de desconectar de nosotros mismos. Yo me entiendo y usted también me entiende. (Primer punto y parte de este nuevo curso).

En lo que a mí respecta, estas vacaciones logré dejar encerrado en un cuarto oscuro acorazado, bajo llaves y con siete candados y un cerrojo gordo de mazmorra, a mi cansino, vehemente y penitente yo mismo y, por eso mismo, he conseguido disfrutar de unos muy buenos días, y muy excelentes buenas noches, de esparcimiento, desconexión y ociosidad, tirando a vagancia, entre las tierras de pastos de la serranía granadina y una playa paradisíaca y desértica de la costa blanca que, para nuestra desgracia, poco a poco va descubriendo e invadiendo el temido e incordiante turismo de masas. El año que viene emigraré a otras orillas mediterráneas más hacia el sur, apenas pobladas por el graznido de enormes aves palmípedas, de la misma especie que aquellas que durante los años de mi ufana adolescencia me anidaron entre ceja y ceja junto a mi por aquel entonces inseparable Juan Salvador Gaviota.

Y hablando de aves, y para colmar hasta el infinito y un poco más allá nuestro feliz garbeo estival, fuentes por lo general bien informadas por ambas partes nos han confirmado que las dos cigüeñas que esperamos como agua de mayo, pero para enero, ya vienen de camino hacia nuestra familia y nos traen una Mar y un Ramiro. ¿Qué más se le puede pedir a un verano de lujo? Y ahí no acaba la cosa: de remate o de guinda del pastel agosteño, el pasado sábado, corre que te pillo, casi antes de aterrizar, nos hemos puesto el traje de ‘tiraor’ casi encima del bañador para salir disparados a participar en el desfile conmemorativo de Villena al que fueron invitadas las Fiestas de la Virgen junto a un buen puñado de pueblos festeros de alrededor. Irrepetible y emocionadísima experiencia la de desfilar rodeado de Moros y Cristianos de toda la vida. Pero de esa vivencia hablaremos la próxima semana si no les importa. Resumiendo: ¿Del uno al diez? Sin dudarlo, una nota de 20 le pongo yo a mis vacaciones de este año.

 

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