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Yecla
jueves, 21 noviembre, 2024
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Una Feria en entredicho

Juan Muñoz Gil

La Feria de Yecla acaba en una rutina localista a un mismo nivel que la celebración del día de la Comunidad Murciana, o sea, en una huida a ninguna parte porque, exceptuando algunos de los espectáculos musicales programados para grupos determinados de población, todo lo demás acaba como el rosario de la aurora, y la gente se espanta en detrimento del comercio local.

Hace algunos años ya se intentó la posibilidad de trasladar la fiesta de la Feria de Yecla a otro evento festivo donde se pudiese justificar mejor la celebración en sí, pero fue inútil al imponerse el criterio de una generación decimonónica y persistió lo que durante decenas de años ya se anunciaba en el Calendario Zaragozano de 1.840 y en la Antigua historia de Yecla de Cosme Gil.

En aquellos tiempos revueltos y confusos de la Restauración, Yecla era casi exclusivamente agrícola y al ser el campo el único medio generador de riqueza, el otoño resultaba como la fecha más idónea para la celebración de una fiesta, tras la realización por sus gentes de la siega y trilla y el preparado de los barbechos para la siembra, quedando unos días que podían contarse como de asueto y descanso adecuados para concurrir a la feria, y seguidamente continuar con la vendimia y recogida de aceitunas.

También todos los pueblos de España establecieron en aquellos entonces su ferias anuales, donde comerciantes y ganaderos podían libremente exponer y vender sus productos sin menoscabo para los habituales del lugar, que era lo que al cabo del tiempo sería como el libre comercio, y la legislación vigente obligaba a los municipios a conmemorar uno de los dos días festivos concedidos al año a cada consistorio y asignar a esa efeméride ferial, elegidos eso sí según el interés conveniente de cada pueblo o ciudad.

Y es triste que en nuestro caso no pueda corresponder esa asignación festiva a una fecha afín y consecuente, propia de los cambios generacionales que se han ido produciendo y sigan predominando sobre aquellos que por causas evolutivas han ido quedándose obsoletos.

Corresponde a la autoridad competente la exclusividad de determinar los días no lectivos como festivos y considerar la fecha idónea en consecuencia con la realidad socio-cultural del momento, pudiendo lograrse una multitudinaria participación y asegurándose como acertada la elección de tales días al ser factible vivir momentos de ocio y esparcimiento, y aceptar asumir los cambio ante el caduco desfase de una tradición, logrando a la vez el interés de gentes foráneas cuya presencia siempre es bien recibida, sobre todo en los pueblos de tierra adentro, al contrario de lo que está ocurriendo en localidades costeras donde el turismo ya resulta contradictorio por el descontrol generado al masificarse las visitas.

Una estudiada planificación en celebraciones participativas y coloristas a las que incorporar este evento hoy en notoria decadencia, supondría en Yecla la necesitada afluencia de visitantes, en cuanto lo que significa ello hoy en día para el comercio y la industria locales, resultando conveniente y positivo replantearse la celebración de nuestra fiesta feriada local, al haber quedado anacrónica en el acervo popular y encuadrarla en efemérides más emotivas y sugerentes ya que en Yecla no faltan a las que considerar merecedoras de dicha asignación. Todo es cuestión de retomar el asunto.

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