“Pediría que ningún lector vea fantasmas donde no los hay. Este escrito solo tiene por objeto poner de manifiesto una realidad social que nos afecta directamente. No pretender estigmatizar ni generar ningún tipo de reacción u opinión adversas a los inmigrantes en general. Bienvenidos sean los que llegan para aportar algo a nuestra sociedad, siempre y cuando lo hagan de manera legal y ordenada”.
Francisco de Paula García Vélez (*)
Todos somos conscientes del importantísimo incremento de llegadas de inmigrantes a España en los últimos años, especialmente de ilegales. Es raro el día en que los informativos de las distintas televisiones no nos dan información sobre la llegada de pateras a nuestras costas, y de la saturación de determinadas Comunidades Autónomas en la atención a estos inmigrantes. En la actualidad podemos asegurar que España está viviendo la mayor presión migratoria de su historia.
En la gran mayoría de los casos estas personas, que arriesgan su vida para llegar desde sus países a España, vienen huyendo de esos países debido a las crisis políticas, económicas y humanitarias que en los mismos existen, y en busca de una vida mejor.
Pero la llegada de inmigrantes tiene una doble vertiente: por una parte, enriquecen el tejido social y económico de los territorios donde se asientan. Pero por otra, originan grandes desafíos en cuanto a su integración, al provenir de culturas y costumbres muy distintas a la nuestra, a la vez que problemas de seguridad pública. Desafíos estos que se agravan en el caso de que los inmigrantes vengan de forma ilegal y descontrolada.
Por lo que respecta al tema de la seguridad, objeto de este escrito, hay que decir que un indicador de lo que supone la inmigración extranjera para nuestra seguridad nos lo da el número de presos extranjeros que hay en nuestras cárceles. Así, tenemos que hasta el año 2020 en que el número de presos extranjeros marcaba un descenso, este número comenzó a crecer significativamente comparándolo con la población reclusa española. Según datos del Portal de Transparencia, los extranjeros recluidos en nuestras cárceles suponen el 31,4% del total de reclusos. Este dato supone tres veces más de la población inmigrante residente en España que es de un 12,7% sobre el total de la población de España. Es decir, uno de cada mil españoles residentes en España está en prisión, mientras que tres de cada mil extranjeros residentes en España también lo están. Este crecimiento de la población reclusa extranjera en España se ha producido en los cuatro últimos años al aumentar en 2617 el número de extranjeros recluidos, lo que supone más del doble de lo que se ha incrementado el número de españoles recluidos en ese mismo periodo de tiempo. Estos incrementos de población reclusa tienen una especial focalización en Madrid y Barcelona con respecto al resto de Comunidades españolas.
En Madrid, en 2023 había en sus cárceles un total de 7.066 reclusos, de los cuales 4.024 eran españoles (un 59,9%) y 3.042 eran extranjeros (un 43,1%), si bien la población extranjera empadronada en Madrid representa el 20% del total de la población de esta Comunidad. En Cataluña, según datos de la Guardia Urbana y de los Mossos d’Escuadra, entre 2022 y 2023 en 78,8% de todos los detenidos en Barcelona eran extranjeros. Un dato significativo en esta Comunidad es que el 75% de los reclusos de entre 18 y 22 años son inmigrantes. A fecha 30 de junio de este año en las cárceles catalanas había 511 jóvenes extranjeros de esas edades, suponiendo estos la cifra más alta de los últimos 11 años.
El análisis se podría extender a la comparativa por sexos, por delitos y por nacionalidades, pero serían una serie de datos numéricos que cansarían y que poco más aportarían. Con los datos expuestos se puede sacar la conclusión de que el incremento de presos y detenidos extranjeros, y por tanto de la delincuencia, se ha incrementado significativamente desde que también ha aumentado la llegada de inmigrantes ilegales a nuestras fronteras. Esto no quiere decir que inmigración sea igual a delincuencia. Como he señalado al principio, la inmigración, siempre y cuando sea legal y controlada, puede aportar mucho a nuestra sociedad. Pero, por el contrario, la inmigración ilegal y descontrolada como que la que actualmente estamos teniendo, puede generar problemas graves de convivencia. Hay que tener en cuentas que la gran mayoría de estos inmigrantes ilegales provienen de estado fallidos, donde la violencia es su única arma no solo para sobrevivir sino para prosperar socialmente. Nuestra convivencia se basa en el derecho romano, la suya en la ley del más fuerte. Por eso si al inmigrante ilegal se le permite replicar su mundo en nuestro país, aparece la violencia. Esto conlleva que la actuación delictiva de los inmigrantes ilegales puede llegar a estigmatizar socialmente a todos los inmigrantes aunque estos sean legales, situación que a todas luces resulta injusta.
Para finalizar pediría que ningún lector vea fantasmas donde no los hay. Este escrito solo tiene por objeto poner de manifiesto una realidad social que nos afecta directamente. No pretender estigmatizar ni generar ningún tipo de reacción u opinión adversas a los inmigrantes en general. Bienvenidos sean los que llegan para aportar algo a nuestra sociedad, siempre y cuando lo hagan de manera legal y ordenada.
(*) Francisco de Paula García Vélez, es Comisario Honorario del Cuerpo Nacional de Policía.