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Yecla
domingo, 29 septiembre, 2024
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Dichosa rutina

“Yecla ha vivido varias transformaciones sociales que merecen un estudio antropológico particular al observarse cambios radicales en sus rutinarias costumbres instituidas en el acervo cultural propio”.

Tribuna de debate / Juan Muñoz Gil

Tras el intervalo vacacional comienza de nuevo la rutina diaria. Otra vez más de lo mismo, a encarar la acostumbrada obligación de generar riqueza aportando la energía personal de cada uno con el trabajo diario que permitirá al cabo de un año volver a alternar con otra análoga tregua de asueto para que el ciclo se repita indefinidamente hasta ni se sabe cuándo.

Dicho así, de manera tan chabacana, la locución da a entender lo simple que puede resultar la vida. Visto lo visto, la existencia de cualquiera se reduce a vivir para ‘rutinear’ día a día y año tras año, siempre que no surja un enojoso imprevisto ( se suele tocar madera en estos casos), y esa rutina se acaba deseando como lo más envidiable del mundo. Así, cuando la estabilidad rutinaria se descompone al romperse por un acontecimiento negativo, cualquier persona que vive esa experiencia se apesadumbra, se aflige y atraviesa un difícil tramo definido como de crujir de dientes, aunque tiempo al tiempo, todo ello suele acabar de una manera muy banal asumiendo a la postre que la vida es así porque después de todo no dejaran de volver a llegar situaciones satisfactorias y placenteras.

Yecla ha vivido varias transformaciones sociales que merecen un estudio antropológico particular al observarse cambios radicales en sus rutinarias costumbres instituidas en el acervo cultural propio. Podemos resaltar, la construcción a mediados del siglo XIX de toda una Iglesia Catedralicia, centralizada en el nuevo trazado urbanístico de sus calles rectilíneas y paralelas, semejantes al diseño de las grandes urbes en esa época. Algo extraño en un pueblo de tan sólo unos 5.000 habitantes, según el censo de Pascual Madoz en 1.850. Pero no acaba ahí la cosa, también a mediados del siglo XX ocurre otra transformación revolucionaria de armas tomar, por darse en una comunidad eminentemente agrícola, donde de la noche a la mañana una mayoría de jóvenes abandonan la rutina agraria predominante en las familias yeclanas y se lanzan a la aventura de crear un emporio industrial que en muy pocos años llega a ser admirado en medio mundo. Eso sí, fueron muchos los que se arruinaron en los proyectos iniciados, pero los más salieron adelante consiguiendo estatus económicos encomiables, causa por la que volvieron a transformar la ciudad, en esta ocasión, con la construcción de numerosas villas campestres, superando las 3.000 diseminadas por todo el término municipal.

Estas improntas iniciativas capaces de cambiar totalmente la idiosincrasia de una comunidad, actuando al unísono casi todos los yeclanos en una revolución económica sin precedentes, como así ocurrió también cien años antes, aunque motivados entonces por el sesgo religioso, al empeñarse en la magna obra de levantar la Basílica de la Purísima, precisamente cuando el país atravesaba una debacle económica de bancarrota por lo que fue imposible recibir ayuda gubernamental, y en esos críticos momentos se les ocurre a los yeclanos hacer toda una Catedral con la aportación exclusiva de las gentes del pueblo, bien económica o de brega personal.

Ante esta contingencia histórica tan peculiar de un pueblo, se puede esperar lo impensable. Y si, advertimos que en el momento actual el mueble como tal, prácticamente ha desaparecido de la industria local, sin embargo ha surgido y con mas fuerza la producción de otros complementos exigidos unánimemente por el consumo mayoritario de las nuevas generaciones, al advertir que el ser humano pasa una cuarta parte de su vida durmiendo y otra tanta descansando, y Yecla ha sabido evolucionar su industria en la creación del confort para ofertar el disfrute al máximo en esas exigentes necesidades, ingeniando los artífices industriales yeclanos elementos adecuados con los que poder cumplimentar esa novedad tan deseable y hoy en boga, lo que ha permitido mantener y a la vez aumentar los puestos de trabajo, consiguiéndose que Yecla continúe desarrollando una economía de mercado muy floreciente.

Y ante semejantes urdimbres cualquier transformación novedosa que acontezca seguro que volverán a darse en este singular pueblo nuestro, donde la rutina en la innovación, con ingenio y capacidad de trabajo para generar riqueza, se ha instituido como la excepción de la regla de nuestros actuales gobernantes obstinados en recortar la productividad e incrementar los impuestos. Quizás por ello en Yecla siempre ganan los que ganan.

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