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sábado, 23 noviembre, 2024
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Nuestra Ana ya no volverá

Desde que Ana se fue seguimos esperando a que se ponga en contacto con nosotros para decirnos por dónde anda y qué tal se encuentra

Antonio M. Quintanilla

¿A quién puede interesarle si no es a nosotros mismos que nuestra querida Ana nos ha dejado? Todas las familias y grupos de amigos sangran ausencias que solo a ellos destrozan porque solo ellos las padecen. Despedidas tristes de seres íntimos que se nos van con la agrio remordimiento de que no hemos sabido despedirnos, ni estar a la altura que se supone esperaban de nosotros esas personas que se nos van yendo día a día para siempre y que ya nunca sabremos lo que habrán pensado de nosotros en sus últimos instantes. Como nuestra Ana, que sabiendo como sabíamos que estaba a punto de dejarnos nunca llegamos a imaginar el vacío que nos ha dejado.

Por eso escribo de nuestra Ana con una fatiga y una amargura infinita, que ahora llevaremos a partir de ahora y para siempre arrastrando en cuerpo y alma hasta que, como ella, tiremos la toalla deseando llegar al final cuanto antes. Porque quede muy claro que nuestra Ana se ha resistido con uñas y dientes a marcharse, no tenía ni pizca de ganas de abandonarnos. Estas líneas, que me tomo la libertad de escribir en nombre de su grupo de amigos más cercanos en Yecla, aunque en Yecla tenía muchos más grupos de muchos más amigos, es lo menos que podemos dedicarle a nuestra Ana ahora que ya es inútil hacer nada por ella por mucho que queramos. Sería egoísta decir que fuimos (somos) sus mejores amigos porque Ana tenía otros muchos y buenos amigos en todas partes donde tuvieron la suerte de conocerla y con muchos de ellos ha viajado por medio mundo por placer o por motivos de trabajo porque su familia, sus amigos y su trabajo eran sus grandes pasiones. Vivía por y para ellos, como demostró con creces hasta exprimir su último aliento. No hay más. Ana ya no está, aunque nos consolemos estúpidamente con eso de que mientras la recordemos ella seguirá a nuestro lado. Por mucho que la echemos de menos Ana nunca volverá a estar con nosotros.

Por si alguien lo duda, nuestra Ana se ha marchado para siempre. Ahora Ana ha emprendido su último trayecto sobre el que me decía: “No tengo ni idea de si después de esta vida iremos a parar a algún lado, pero si así fuera ya veré yo la forma de contactar con vosotros para deciros qué tal se vive por el otro barrio”. Es así de triste y doloroso y a la vez es así de simple. Es la vida, como suspiran los mayores para consolarse, admitiendo que esto es lo que hay y no hay más, aunque nunca terminemos de aceptarlo. Ahora Ana ya sabrá en qué acaba todo cuando todo acaba, eso en lo que si pensáramos más a menudo quizás la vida nos resultaría más llevadera. Desde que Ana se nos fue cerrando con un portazo seguimos esperando a que se ponga en contacto con nosotros como mejor le venga para decirnos por dónde anda y qué tal se encuentra. Aunque de sobra sabemos que debe encontrarse de maravilla, como siempre. Porque si algo sabía hacer nuestra Ana era vivir, vivir como viven las buenas personas. Vivir con el único propósito de continuar viviendo hasta el final. Como así ha sido.

 

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