Juan Muñoz Gil
En Yecla, al árbol que produce las olivas se le ha llamado desde siempre olivera, aunque también se denomina como tal olivo, oliva y aceituno, siendo este vocablo en todos los idiomas romances derivado del latín, olivum. En el diccionario de Pedro Lafuente se les define como “olibera” con b, y fue de Aragón de donde debió llegar a nuestra jerga lingüística.
Introducido por los fenicios, no fue hasta la época romana cuando su cultivo se expandió en España, lo que supuso para nuestra economía un referente que cuidar y proteger, alcanzando en estos momentos el 50 por ciento de la producción mundial. Sabemos que sus frutos son de utilidades alimentarias, medicinales, religiosas y cosméticas. En el libro de viajes “La España del Sur”, de Jean Sermet, resalta como lo más importante del Altiplano, que recorrió allá por 1.940, destacando los viñales de Jumilla y las oliveras de Yecla, al ser por esos años el cultivo más generalizado. Era raro que cualquier familia yeclana no poseyese algún ‘bancalico’ con más o menos olivos, y fue labor de la Iglesia, con numerosas capellanías y fundaciones legadas por familias hacendadas a cambio de oficiar misas gregorianas en memoria de los donantes, cediendo a su vez las tierras donadas a humildes braceros agrícolas a cambio de recibir los diezmos de los frutos obtenidos, siendo el cultivo del olivo el elegido al poder compaginar su atención con otros quehaceres propios de los obreros agrícolas y poder así contar con un sustento tan necesario en la cocina por todo el año y también garantizaban aceite para todo el clan familiar. Sin embargo al día de hoy son pocas las parcelas que quedan en ese régimen tan peculiar destinando las tierras a usos totalmente distintos, como ha supuesto el novedoso antojo vivencial rústico-pastoril de los yeclanos…
Se dice en textos griegos que bajo las ramas de los olivos milenarios nacieron los dioses, siendo este árbol considerado como base de la sabiduría y la paz, hasta llegar a ser enaltecida esta planta como inteligente, ya que si las oliveras no reciben el riego en el momento adecuado, que viene a ser unas seis semanas antes de la floración, la cosecha será nula ya que sus flores son hermafroditas y si la planta sabe que va a carecer del sustento preciso, no cuajan. De ahí el que pueda alargar su vida a milenios.
Los refranes son el reflejo de la sabiduría popular y fueron formulados por auténticos sabios anónimos observadores impenitentes de la vida diaria, y que en el argot yeclano se repetían al fresco durante las tardes de verano y en los inviernos alrededor del hogar. “Quien tiene olivares y viñas casa muy bien a su niña”, quedando así dicho la importancia de estos cultivos.
También se asumía el paradigma transmitido por esta planta, ante su previsible actitud por economizar para poder asegurar su supervivencia, sugiriendo que nunca se debe gastar más de cuanto se tiene, ya sean individuos, familias o gobiernos, asegurando así la estabilidad de cualquier existencia de seguir ese ejemplo. Hay que ver la de castillos que han caído desmoronados por el descontrol del gasto, especialmente la Administraciones Públicas.
Si se tiene en cuanta que a partir de 2025 el Banco Central Europeo ya no va a hacer frente a los bonos de la deuda Española, como sí ha hecho hasta ahora, no quedará más remedio que salir en busca de compradores particulares para que afronten el continuo pago de la deuda adquirida y solo se conseguirá ofreciendo un interés alto en consonancia con las garantías de un Gobierno en entredicho, por lo que los ricos serán más ricos y la gente de a pie tendrá que pagar más impuestos para hacer frente al plan de vida establecido con un dinero del que se carecía. Rememorando otro refrán que en perspicaces tertulias se puede todavía oír, tratando de ejemplarizar con semejante sentencia: “Si alguien tiene uno y gasta dos, no tiene perdón de Dios”.
Pero lo que todavía no sabemos de las oliveras es la magnificencia de sus hojas y las múltiples ventajas tan halagüeñas que de ellas se espera, ya que durante varios años el Grupo Microbio del CSIC lleva estudiando sus virtudes. Algo más para tener en cuenta la valía de esta planta tan arraigada en nuestra ciudad, previendo según los últimos resultados científicos, que la riqueza de sus hojas pueda superar al de sus frutos.