Francisco de Paula García Vélez (*)
“Que el adversario político no se convierta en el enemigo político, y mucho menos cuando de por medio está la vida, la salud, el patrimonio y el bienestar de los ciudadanos. Vaya desde aquí mi recuerdo y mi oración a las víctimas, y mi apoyo moral a su familiares y demás damnificados”.
En estas fechas ya todos los ciudadanos son conocedores y conscientes de la inmensa tragedia que ha sucedido al sur de Valencia, como consecuencia de la DANA que descargó el pasado 29 de octubre. Son ya, por desgracia, cientos de muertos y varios centenares los desaparecidos, así como incalculables los daños materiales ocasionados.
Pero estas tragedias, como siempre, nos traen enseñanzas que a veces los humanos aprovechamos y otras, lamentablemente, no. Yo me voy a referir a dos cuestiones que tienen enorme similitud con una situación de catástrofe que me tocó vivir en primera persona, y además ocupando un puesto de responsabilidad. Me refiero a los terremotos de Lorca del 11 de mayo del 2011, cuando yo desempeñaba el cargo de Comisario Jefe de la Comisaria de dicha localidad.
La primera de las cuestiones es ver que la solidaridad humana (COMO SIEMPRE) sigue siendo un valor de primer orden en situaciones de este tipo. Lo hemos visto estos días en TV, como cientos de personas, desde jóvenes de 14 años a jubilados que sobrepasaban los 70, se han presentado voluntariamente para ayudar en cualquier labor a tarea en que pudieran ser útiles para socorrer a los afectados. Tengo que reconocer que al ver estas imágenes en TV me he emocionado recordando lo vivido en Lorca, donde también fueron por cientos las personas que se desplazaron allí para ofrecer su ayuda, por cierto siempre valiosísima. Cómo sería tanto el número de personas voluntarias como su aportación que los responsables de los distintos servicios de emergencias que participamos en las labores de normalización de la situación, una vez superada la fase de crisis crítica, decidimos por nuestra cuenta y con nuestros medios y con apoyo económico de una suscripción popular, levantar un monumento a todos estos voluntarios anónimos que hoy puede verse en la rotonda de acceso al Huerto de la Rueda de Lorca.
La segunda de las cuestiones es que, desgraciadamente, en esta ocasión las autoridades del Gobierno central no han estado a la altura de las circunstancias (COMO NUNCA), pues durante los tres primeros días de la catástrofe se han dedicado a eludir responsabilidades y descargarlas en las autoridades de la Generalitat Valenciana, que no digo que no puedan tenerla también. Pero lo que me llama la atención es la tardanza, casi cuatro días, en aceptar, según palabras del presidente del Gobierno, que no se estaba prestando la ayuda necesaria y que esta se aumentaría a petición del presidente de la Generalitat, pues según la norma de Protección Civil al estar declarado el “estado 2 de emergencia” corresponde a las autoridades autonómicas la dirección y gestión de las acciones para paliar y resolver la catástrofe. Pero aquí es donde, según entiendo yo, está el error, involuntario o intencionado por razones políticas, pues según se establece en Plan Estatal General de Emergencias de Protección Civil (aprobado por el gobierno de la nación en el BOE nº 328, de 17 de diciembre de 2020), “el Plan Estatal General, habrá de responder a dos objetivos esenciales: por un lado, establecer la organización y los procedimientos de actuación de la Administración General del Estado para prestar apoyo y asistencia a las demás Administraciones Públicas en las situaciones de emergencias de protección civil, y, por otro, a ejercer la dirección y la coordinación del conjunto de las Administraciones Públicas en las emergencias de interés nacional”. Y en base a este Plan Estatal, y según se recoge en su punto 6.2.3 del mismo, el Gobierno podría haber decretado la situación operativa 3: “La situación operativa 3 se activará con la declaración de interés nacional de una emergencia. En las emergencias de interés nacional, la Dirección Operativa de la Emergencia se encomendará por la persona titular del Ministerio del Interior a la persona titular de la Jefatura de la Unidad Militar de Emergencias, salvo que la misma no fuera desplegada en atención a la naturaleza de la emergencia”.
Yo creo, y estoy seguro de que la inmensa mayoría de las personas sensatas también, que lo sucedido en Valencia por causa de la DANA tenía la magnitud y entidad suficiente para que desde un primer momento se declarase “la emergencia de interés nacional”, y con ello que se asumiese por el Ministerio del Interior la dirección y coordinación de todos los medios necesarios. Y este criterio lo demuestra que tras cuatro días de dejadez y abandono de las víctimas, se decidiese incrementar el número de efectivos, tanto militares como de Policía Nacional y Guardia Civil, para dar una respuesta adecuada, cosa que, a mi entender, se debería haber hecho desde el primer momento cuando ya se vio la magnitud de la catástrofe.
Y aquí, de nuevo, recuerdo la respuesta que se dio desde el Gobierno central con motivo de los ya mencionados terremotos de Lorca. También Gobernaba el mismo partido político en España. Pero su respuesta, en este aspecto, fue rápida e inmediata. La Comisaria de Lorca fue reforzada con casi 600 funcionarios en cuestión de horas, pese a que se declaró, como en Valencia, el nivel 2 de emergencia y por tanto correspondía a las autoridades autonómicas la gestión y control de la catástrofe. Pero además del refuerzo policial, también se enviaron ayudas militares, tanto de personal como de medios, en la misma noche del 11 de mayo, y al siguiente día se desplegó la UME. Yo, que por razón de mi cargo en esos momentos, asistía a las reuniones del Comité de Crisis, no recuerdo que hubiese ninguna reticencia o impedimento para que desde las autoridades estatales se enviase la ayuda que consideran necesaria, ni ningún autoridad local o autonómica puso impedimentos para la llegada y utilización de estos refuerzos.
Como ya escribí en su día en este medio, que el adversario político no se convierta en el enemigo político, y mucho menos cuando por medio está la vida, la salud, el patrimonio y el bienestar de los ciudadanos.
Vaya desde aquí mi recuerdo y mi oración a las víctimas, y mi apoyo moral a su familiares y demás damnificados.
(*) Francisco de Paula García Vélez, es comisario Honorario del Cuerpo Nacional de Policía.