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Yecla
domingo, 19 enero, 2025
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Extravagancias

“Las migraciones de los pueblos desde siempre supuso un trasvase de cultura o al menos renovación paulatina de formas de vida distintas a las arraigadas en un territorio concreto”

Juan Muñoz Gil

La extravagancia viene a ser algo distinto de lo usual. Se puede asegurar que Yecla no es un lugar donde su gente sea muy dada a extravagancias, considerando esta actitud como el porte disparatado con que una persona es capaz tras emperejilarse para presentarse ante sus coetáneos, a excepción del Carnaval y algún que otro evento ocasional.

El Mayo francés del 68 fue el paradigma de un cambio contracultural reafirmado seguidamente por el mundo Hippie, que en nuestra ciudad tuvo su repercusión con las apertura del característico local El Gala, (hoy es un solar el lugar donde estuvo ubicado), potenciado por la numerosa gente joven que vino a Yecla con la puesta en marcha del Hospital Comarcal, aportando esa oleada de juventud desinhibida una novedosa renovación del rutinario tradicionalismo imperante y contribuyendo a cambiar toda una estructura agraria de siglos por otra progresista acompasada de una revolución industrial sin precedentes.

Y ya nada volvería ser igual aunque no dejarían de aparecer flecos desfilachados reticentes ante el novedoso colorido reflejo que iluminó la opacidad trasnochada imperante, aunque sin intuirse ninguna extravagancia en el conjunto del tapiz local y acabar aceptado con entusiasmo al cabo del tiempo.

Debido a la positiva evolución de la economía centrada en el mueble y sus derivados, la afluencia de extraños a Yecla ha ido aumentando día a día, sin embargo, el bagaje cultural y transformador que ha podido ser aportado por esta nueva avalancha de migrantes se puede confirmar que ha sido nula, cuando no revulsiva y contradictoria a la de aquella oleada de gentes cultas y resueltas que la puesta en marcha del Hospital significó para Yecla.

Las migraciones de los pueblos desde siempre supuso un trasvase de cultura o al menos renovación paulatina de formas de vida distintas a las arraigadas en un territorio concreto, generalmente a la larga siempre fueron positivas al ser la causa de un cambio que resultaría imposible alterar por iniciativa propia, aunque no siempre ocurre así, el desplazamiento de grupos humanos buscando asentamientos más lucrativos para su supervivencia, en todo Occidente ha resultado retrógrado y antiprogresista para los países receptores, de ahí al rechazo generalizado ante cualquier presencia humana distinta de la autóctona en esos territorios con un proceso económico evolutivo al alza. Y si los recién llegados no son capaces de superar o al menos asumir las expectativas industriales, comerciales, sociales y religiosas de los autóctonos, darán pie a guetos aislados motivando a la larga movimientos reaccionarios ante una inferioridad consecuente que resultará imposible y muy difícil de encauzar.

Yecla soporta situaciones de discriminación y xenofobia con los grupos inmigrantes que se niegan a integrarse en la comunidad local, en su empeño de aislarse para mantener costumbres o creencias que hace ya mucho tiempo fueron erradicadas y superadas, (a veces fue tras un consecuente elevado coste de vidas y desconciertos sociales), y el hecho de acceder en la mayoría de los casos individuos indocumentados a una sociedad desarrollada sin otro bagaje que las manos para solamente terminar cubriendo las necesidades básicas, se acaba como la pescadilla que se muerde la cola, dando vueltas en la circunferencia de la que nunca se logra salir hasta un final que conducirá a la agitación y la violencia, como ya está ocurriendo en Francia, Alemania, Bélgica, etc.

Estas contradictorias situaciones son vividas en cualquier país desarrollado ante la necesidad imperiosa de una mano de obra barata y disponible para trabajos de los que tratan de eximirse los oriundos al negarse a aceptar una exigua remuneración por ejecutarlos, de ahí que se mantengan subvencionados a millones de parados y a la vez una carencia de mano de obra importantísima en ciertas actividades rechazadas por su escasa consideración, pero tan necesarias como esas otras diplomadas y debidamente remuneradas. Y son estos desbarajustes producidos en el seno de cualquier sociedad colmada de posibles aunque no menos insatisfecha, la causa de las más ridículas extravagancias como única forma de aparecer diferentes, precisamente realizadas por los mediocres y anodinos y sin otro coste que la ocurrencia, hasta converger en la apatía, desaliño y antagonismo.

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