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sábado, 8 febrero, 2025
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Hay que salvar el viejo edificio de la fábrica de las campanas

José Puche Forte

Nuestro patrimonio urbano, que cada día es más escaso, lo estamos dejando perder a pasos agigantados. Detrás del antiguo colegio de las Escuelas Pías, demolido vilmente en 1970, han caído muchos otros, sin que hasta ahora, nadie le ponga freno. No hay más que darse una vuelta por el centro del pueblo para darse cuenta. Nuestro pueblo va perdiendo parte de su esencia y de la personalidad que un día tuvo porque no lo hemos sabido cuidar. A los pocos edificios antiguos que aún nos quedan, algunos vacíos y ruinosos, no se les presta la atención suficiente, y los dejamos deteriorarse lentamente hasta que al convertirse en ruinas, desaparecen.

Si nos damos cuenta, observamos cómo aumentan la gran cantidad de solares vallados y algunos, como el de la calle España número 24, sólo sus paredes aguantan sujetas por un andamiaje sin que se edifique nada y posiblemente, acabe por ser demolido lo poco que de él queda. Precisamente este edificio tiene relación con el que deseo exponer a continuación, ya que era del mismo dueño y del que ya he escrito en dos ocasiones.

Hace ya algún tiempo, el 24 de noviembre del 2011, publiqué en este mismo semanario el artículo “Un digno edificio para Museo de Arqueología Industrial”. Al parecer, este no causó sensación en los componentes del Gobierno municipal. Dejé pasar un tiempo y el edificio siguió deteriorándose. El 4 de abril del 2019 volví a insistir de nuevo con el artículo “El desinterés por la etnografía de nuestro pueblo”. Parecer ser que siguieron sin prestarle atención y el mismo edificio al que me refería, siguió aguantando. Hoy que su cubierta o tejado empieza a deteriorarse, es por lo que vuelvo a llamar la atención de nuevo, después de 13 años. El edificio sigue en pie, como esperando a ver lo que se hace con él.

Por si alguno no ha leído estos dos artículos anteriores, diré que me refiero a una edificación construida a mediados del siglo XIX, de sobra conocida en Yecla. Se trata de la única bodega comercial que aún nos queda, dentro del casco urbano, de esa época. Se encuentra en la calle de san Ramón, número 168, confluyendo con la bajada de la calle de San Francisco Castaño, número 18, a quien lo vea, no le pasará desapercibido. Han pasado por él más de 170 años y gracias a su buena y recia construcción aún se sostiene en pie.

De antiguo se conocía como la bodega de los “Azorines”, pero es más conocido de todos por la “Fábrica de las campanas”, ya que a esto se dedicó en la década de los años 40 del pasado siglo, cuando fue adquirida por Enrique Costa Santos, más conocido en el pueblo por “el tío de las Campanas”. En su fundición se hicieron las tres campanas grandes que habían en la Basílica de La Purísima y otras para distintas poblaciones. También se fabricaban velas y pastillas de jabón. Cuando fracasó el negocio de las campanas cerró sus puertas y así ha permanecido deteriorándose hasta hoy. Aún recuerdo en mi época de niño las cuatro o cinco chimeneas donde estaban los crisoles y los moldes rotos para fundir las campanas, ya que esta estaba medio abandonada y los chiquillos podíamos entrar. Últimamente, se estuvo utilizando como vivero de plantas. Aún pueden verse algunos cipreses y árboles que asoman por las paredes de su corral.

No sé el tiempo que podrá aguantar este edificio, pero sé por experiencia que al final este, al igual que ha pasado con otros muchos, acabarán por derribarlo para construir en su solar algo que sea más rentable. Han sido muchas las veces en las que he pensado que este sólido y bien construido edificio, por su situación, hubiera sido el lugar idóneo para montar en él un Museo de Arqueología industrial y etnográfico en el que se recogieran las artes populares y los oficios y costumbres desaparecidas, como lo tienen en los pueblos vecinos de Villena y Jumila. Pero esto, al final, quedará en un sueño.

Creo que aún se podrían conseguir muchos objetos de los que están desapareciendo y que algunos aún conservan como reliquias del pasado y recuerdos familiares, para mostrarlos al público. Este local es amplio y aún se puede salvar ¿lo vamos a dejar perder? En él se podrían mostrar como piezas de Arqueología Industrial, de las que aún se conservan algunas, como el gran motor de gasoil “Otto Deuz” que elevaba el agua potable desde la “Casa Máquina” hasta el depósito del cerro del Castillo. Puede que aún exista la antigua maquinaria que tenía el Reloj de la Plaza. También la parte de la máquina que había en el “Molino Vapor”, que hoy se encuentra en la puerta del Instituto ‘Castillo-Puche’. Tazas, molones de piedra y máquinas de viejas almazaras, que aún quedan. También la maquinaria de viejas molinos harineros que aún conservan. Bombas y máquinas de las antiguas bodegas y alcoholeras. Antiguas máquinas utilizadas en la industria de la madera, que seguro que hay algunas.

El telar del siglo XVIII ue había en la Casa de Cultura. Máquinas de coser y otros objetos que antaño formaron parte de la industria yeclana.
También se podrían conseguir herramientas y objetos de los oficios artesanos desaparecidos como: aperadores, toneleros, fragüeros, herradores, colleroneros y correcheros, hojalateros, cedaceros, esquiladores, boteros, alpargateros, albarqueros, zapateros, tejedores y muchos otros. Las herramientas de carpinteros y ebanistas. Útiles, aparejos y enseres de los oficios agrícolas. Útiles y enseres de los hogares yeclanos de antaño. Los del trabajo de la mujer como bordados, encajes de bolillo, vestidos y otras prendas en las que ellas se dejaron la vista. Viejas fotografías, que hoy tanto se buscan, y que son fiel información de aquel tiempo.

Ya hubo un intento de formar un Museo Etnográfico en la Casa Municipal de Cultura, pero no hubo mucho interés en su conservación y al final, los objetos que en él había fueron almacenados y se han ido perdiendo. Creo que es muy importante conservar las piezas arqueológicas que van apareciendo en las excavaciones. Pero también se debe recoger y conservar todo aquello que formó parte de la vida, el trabajo y las tradiciones de antaño de nuestro pueblo, las que van desapareciendo, cosas que los yeclanos debemos de valorar, porque nos identifican. Creo que ya va siendo hora de que nos preocupemos por la historia y costumbres de nuestro pueblo y por conservarlas.

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