Ángel del Pino Moreno
Es fundamental que los usuarios de la sanidad estemos informados sobre las bases que rigen las normas de actuación en la priorización y toma de decisiones en la asignación de recursos disponibles, cuando la demanda de estos es superior al número de los recursos que se disponen, así se podrá comprender mejor las razones detrás de ciertas actuaciones.
En el ámbito de la salud, la ética es fundamental. Los profesionales debemos seguir estrictas normas éticas para garantizar la integridad y el bienestar de los pacientes. Las urgencias, emergencias y catástrofes son situaciones especiales que obligan a modificar estas pautas. Aunque parezcan lo mismo, hay matices importantes entre estas tres situaciones.
Urgencia: Situación que no amenaza de forma inminente la vida del enfermo, ni hace peligrar ninguna parte vital de su organismo o si lo hace es en el transcurso de varias horas.
Emergencia: la vida del enfermo peligra de forma inminente, requiriendo una actuación rápida y sin dilación. En una urgencia, tenemos más margen de actuación, el enfermo, puede esperar, y en la emergencia no.
Catástrofe: Emergencia repentina, inesperada que requiere de una rápida respuesta ya que afecta a un gran número de personas. Las necesidades de atención sanitaria son superiores a los recursos disponibles dando lugar a una desproporción entre demanda de asistencia y recursos.
Ante estas situaciones de urgencia, se busca la atención del enfermo más grave o con más riesgo de afectación, pero cuando los recursos disponibles son inferiores a la demanda (catástrofes, pandemia), debemos seleccionar a los pacientes en función de la máxima utilidad de las actuaciones. Se debe priorizar al enfermo que sea más probable que salga beneficiado con suma presteza y en función no solo de la urgencia y gravedad del caso, sino también en las posibilidades de supervivencia en relación con los recursos disponibles.
Los criterios en los que se basa la toma de decisiones son consensuados por las sociedades científicas, permitiendo a los equipos sanitarios priorizar correctamente en esta difícil situación, y así aliviar la pesada carga moral de seleccionar pacientes para el tratamiento, en detrimento de otros.
Durante la pandemia de la COVID-19, la demanda de camas de UCI y respiradores superó con creces la capacidad de los sistemas de salud en todo el mundo. Los equipos médicos se vieron en la encrucijada de tener que decidir a quiénes tratar y a quiénes postergar o incluso excluir de la atención médica, lo que planteó un dilema moral sin precedentes.
En estas condiciones, hay que hacer “selección” de pacientes, esta acción en medicina, se denomina TRIAJE. Es una práctica habitual de clasificación y establecimiento de prioridades. En urgencias, el triaje es el proceso de clasificación de pacientes en función de la gravedad de su afectación y la urgencia con la que necesitan atención médica, asignando los recursos médicos de forma adecuada, priorizando a los que más lo necesitan, y así, los pacientes más críticos recibirán atención inmediata, mientras que aquellos con afecciones menos graves puedan esperar de manera segura. Todos los pacientes serán atendidos, la única diferencia será el orden de atención.
¿Y qué ocurre cuando la demanda de atención excede del número de médicos, respiradores, camas en UCI? Aquí el triaje adquiere un significado diferente: debido al gran número de víctimas y a la escasez de recursos disponibles, se toman decisiones difíciles en tiempo real, priorizando a aquellos con mayores posibilidades de sobrevivir. La evaluación ha de ser rápida debido al gran número de víctimas para determinar quiénes requieren atención inmediata, quiénes pueden esperar y quiénes, desafortunadamente, no pueden ser salvados. La selección de pacientes debe ir dirigida a los enfermos que tengan más posibilidades de recuperación, no a los más graves. Esto, contradice el criterio deontológico o ético de actuación. Debido a la desproporción entre las necesidades de atención y los recursos disponibles, los criterios normales de toma de decisiones éticas no sirven.
En resumen, actuar conforme a las necesidades de los pacientes y a los recursos disponibles, priorizando los tratamientos que salven el máximo de vidas y limitando la morbilidad al mínimo.