Juan Muñoz Gil
Simplemente el hecho de andar por andar se ha traducido en una actividad practicada por numerosas personas al haber advertido un beneficio físico y también anímico donde contrarrestar las numerosas horas enfundados en el sofá a que la vida sedentaria que nos ha tocado vivir nos aboca, temiendo antes o después una dañina consecuencia muy perjudicial para la salud. Y frente a esta necesidad o hábito callejero, el Consistorio Municipal se ha volcado en hacer calles peatonales o remodelar las aceras de las vías céntricas de la localidad, aunque semejante determinación, elogiable sin duda alguna, precisa de la existencia de aparcamientos donde poder estacionar un vehículo hoy tan necesario en Yecla, si nos percatamos que un elevado numero de ciudadanos viven en el campo y el coche les es de una necesidad inexcusable.
Y no menos imprescindible que resulta a los jóvenes matrimonios ubicados en el casco urbano, precisando trasladar a los niños no sólo a la escuela, sino a tantas otras actividades a las que hoy se ven obligados a participar por exigencias de convivencia amistosa o por imposición de los nuevos papás deseosos de que sus hijos hagan lo que ellos no pudieron, y la única manera de estar presentes en esos centros y a la hora exigida es utilizando ese medio de transporte tan imprescindible y a la vez embarazoso.
Por contra también, la carencia de parkings tanto públicos como privados, obliga a los ciudadanos a proveerse en las grandes superficies comerciales donde sí han sabido habilitar estacionamientos para su público clientelar, hecho éste que ha contribuido a la desaparición del pequeño comercio centralizado en la ciudad. En fin, que la vida se complica, y es evidente que como tal queda reflejada esta situación en un diálogo que a continuación reproduzco escuchado en cualquier reunión, velada o improvisado corrillo.
– No hay forma de poder aparcar. ¡Menudo castigo!.
– ¿Y por qué no dejas el coche en la cochera y callejas pateándote las calles de tu pueblo, que es muy sano y divertido?
– ¡A ver!. Los finales de mes cada vez están más presentes y he de pagar las nóminas de mis empleados, la Seguridad Social de todos, la luz, los seguros, las hipotecas, afrontar las necesidades obligatorias del hogar familiar que cada día que pasa son mas y… etc. etc. Así que no puedo perder el tiempo andareando un día entero para poder visitar clientes, entidades, proveedores, ocupándome todo el tiempo del mundo y a la vez hacer frente a tantas pagamentas como me veo obligado a cumplir, so pena de un caos económico, social y familiar.
Y la historia con el tiempo se repite porque nunca llueve a gusto de todos. Recuerdo una noticia publicada en un periódico satírico local allá por el año 1925, y que ahora se cumplen 100 años de aquella encomiable osadía, criticando al alcalde don José Del Portillo por tener la valentía de adelantarse a su tiempo abriendo las calles principales de la ciudad para implantar el alcantarillado público, lo que impidió durante muchos meses el tránsito de carros, caballerías y personas, y las fuerzas vivas de aquel entonces le simularon un entierro, con sombrero de copa y levita los supuestos dolientes, que acababa arrojando un ataúd en la puerta la de su domicilio, hoy Casa de Cultura, y la diatriba concluía con este cuarteto:
El Rojo Corbalán
y el señorito Puntales
el día 6 de febrero
enterraron al alcalde.
En varias ocasiones, de servir la siguiente sugerencia para salir del atolladero que pueda conformar a tirios y troyanos en este asunto, porque lo importante no es encontrar la falta sino el remedio, y ya en otras ocasiones bien por radio o en publicaciones periodísticas he comentado la existencia de lo que fue un refugio durante la Guerra Civil, y la posibilidad de construir un parking en la cavidad que entonces se perforó, y que todavía permanece relleno de runa y escombros como se dejó al acabar la Guerra, siendo un lugar privilegiado que daría vida al nuevo Mercado Central y a la vez al centro neurálgico de Yecla, situado en el subsuelo de la calle Sebastián Pérez, antes de la Plaza. Solamente bastaría con limpiar la concavidad perforada en aquellos difíciles fechas y ampliar todo lo necesario que el terreno permitiera, no resultando difícil con la novedosa maquinaria hoy existente para estos trabajos, habilitando así un espacio para un buen número de vehículos, pudiendo dar entrada y salida a ese futuro aparcamiento por la Calle de la Carnicería. Todo es cuestión de que técnicos municipales estudien este olvidado emplazamiento como remedio a una carencia tan apremiante afrontar y solucionar hoy en nuestra ciudad.