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domingo, 13 abril, 2025
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Pasado el alegre Carnaval llega el desconsuelo de la Semana Santa

José Puche Forte

El ser humano siente la necesidad de la alegría de las fiestas para su expansión.  Pero hay ocasiones en que busca el recogimiento y la meditación en la soledad para conseguir el equilibrio. Pues la vida nos ofrece momentos tristes y ratos placenteros. Son estos, cara de la misma moneda. Lo mismo ocurre con las fiestas. Ha pasado el divertido Carnaval y ahora nos disponemos a la celebración de la Semana Santa con ese recogimiento nostálgico que desde hace tiempos antiguos se vive en Yecla cuando llegan estas fiestas.

Desde mis tiempos de niño siempre me han gustado los desfiles procesionales de mi pueblo. Recuerdo aquella pobreza y aquella penumbra cargada de tristeza que se desprendía de aquellas procesiones de antaño.  Y del profundo fervor con que la vivían aquellos que la contemplaban. La Semana Santa de ayer era muy diferente a la que celebramos hoy. La he visto cambiar con el paso de los años y  he disfrutado de sus momentos de esplendor, pero también la he visto pasar por momentos difíciles y recuperarse  de nuevo  gracias al empeño, el esfuerzo  y la constancia de muchas persona que a lo largo del tiempo lo han dado todo y han velado por engrandecerla hasta conseguir el prestigio del que gozan en la actualidad.

Me acuerdo a veces de aquellas personas que fueron capaces de hacer grandes sacrificios por mejorar los desfiles procesionales y que llevaban la Semana Santa muy dentro, desviviéndose por ella en aquellos difíciles años de posguerra, cuando no quedaba casi nada y con mucho esfuerzo pero mayor entusiasmo fueron recuperándola. Me gustar recordar a algunos de aquellos hombres como el cura José Cantreras, que tanto coraje le puso.  También a Juan Jesús Azorín, conocido por ‘Morterico’, que luchó por su cofradía hasta los últimos días. Juan “el de la imprenta”  fue otro que se pirró por su banda de romanos. Ellos fueron los que reorganizaron las bandas de cornetas y tambores. También Teófilo Villanueva y Pedro Ortín, al que apodaban “el Mañas” que recompusieron aquellas antiguas carrozas. No puedo olvidarme de Silvio Azorín “el Hojalatero”, que reparó cascos y corazas, restauró antiguos carromatos y nos dejó los magníficos cascos actuales de los romanos del Ecce-Homo  y al arcipreste Esteban Díaz, que tanto hizo por Yecla y su Semana Santa; también Aurelio Roses, Pedro Ortega “el tallista” y Alfonso Muñoz, tallaron nuevas carrozas que son la envidia de las procesiones. Juan Zadí,  Pedro Candela, Luis Azorín, José Martí, Pedro Soriano… Son tantos que es difícil nombrar a todos los que han puesto su empeño por engrandecer nuestra Semana Santa.

En cuanto a las imágenes que vemos desfilar en las procesiones, ante todo, debemos sentirnos orgullosos de poder tener y mostrar la preciosa imagen de la Virgen de las Angustias, obra de 1763 del escultor Francisco Salzillo que fue salvada milagrosamente de la quema de 1936 por Manuel Castañeda Agulló. También “el Cristico de los zapateros” de Esteve Bonet, de 1800, pudo librarse. Hubo que suplir las imágenes perdidas por otras de los talleres de arte cristiano de Olot (Gerona), de las que algunas aún desfilan y gozan de gran fervor popular, como la del Ecce-Homo. Otras fueron talladas por escultores de la época. Después se fueron adquiriendo algunas nuevas que fueron engrandeciendo el contenido patrimonial de los desfiles procesionales. Algunas, con más acierto y valor artístico que otras. A estas hay que unir “cruces guías”, estandartes, cetros  y otros objetos propios de estos desfiles.

He de decir que para mí, desde siempre, me han atraído tres o cuatro procesiones  por su seriedad y recogimiento, sobresaliendo de las demás, como la del Santo Entierro que concluye con la de la Soledad, la más triste de todas, con su lúgubre música y el triste  canto del Stabat Mater que sobrecoge el escucharlo, También  la Procesión del Silencio que transcurre por calles oscuras y silenciosas en la noche cerrada, sólo iluminada por unos cuantos cirios en torno a un Cristo crucificado. Nada más se escuchan los roncos sonidos de un tambor y a intervalos la plañidera música de unos instrumentos que junto a las plegarias de los devotos rompen la sigilosa noche removiendo las fibras más sensibles del alma el contemplar tanta tristeza.

Aparte de la procesión del Jueves Santo, la de ‘los Farolicos’, la Cortesía y otras; hay algunas creadas más recientemente como la de las Siete Palabras o la Penitencial de Lunes Santo, que es la más pintoresca de todas, la que recorre las calles altas de la ciudad, tortuosas y estrechas, que ha logrado una gran aceptación y a la que sigue gran cantidad de fervoroso público.

Aunque la Semana Santa nos parezca triste por el trágico contenido que encierra, sus desfiles procesionales también tienen  sus notas coloristas y alegres como el brillar de los metales de los cascos romanos, los instrumentos musicales  de sus bandas, los adornos de sus carrozas y otros objetos. También el colorido  de las vestiduras de romanos y nazarenos de las distintas cofradías que desfilan en largas filas, las numerosas imágenes de sus carrozas rodeadas de flores  adornando sus vistosos tronos que van recorriendo las calles del pueblo. Y qué podemos decir de aquellas antiguas bandas de cornetas y tambores, hoy convertidas en verdaderas orquestas con una gran variedad  de instrumentos cuya música  y marchas son el orgullo de nuestra Semana Santa.  También la alegre mañana de la Resurrección en la que el célebre ‘diablico’ hace sus travesuras y asusta a los más pequeños y con el que todos quieren fotografiarse. Las típicas “aleluyas” y la gran cantidad de caramelos lanzados que recogen y atesoran los chiquillos en esa mañana alegre y bulliciosa.

La Semana Santa de hoy, tan diferente a la de ayer, aún conserva el recogimiento y la seriedad de antaño, pero con gran cantidad de personas que desfilan en sus cofradías y numerosas imágenes que participan  en los desfiles procesionales… Y por muchas otras cosas, la Semana Santa yeclana, que atrae  a gran cantidad de público, forasteros y extranjeros que nos visitarán en estos días y disfrutarán de su contemplación, ha ganado gran prestigio. Por la tradición y popularidad que esta tiene es merecedora de ser declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional.

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