A pesar de todos los datos, las Fiestas de la Virgen se calibran más por su devoción y valor histórico
Aunque pueda sonar un tanto prosaico, los datos y números que se vuelven a poner sobre la mesa informativa en torno a las Fiestas de la Virgen de 2018 nos ofrecen una idea real al cien por cien del arraigo y alcance social de esta celebración que, no solamente no decae ni un ápice, sino que continúa sin desacelerar su auge y expansión con el mismo e ininterrumpido entusiasmo que surgieron hace 376 años. Alrededor de un millar de ‘tiraores’, acompañados de otros tantos cargadores, tendrán este año la responsabilidad de hacer explotar más de 1.600 kilos de pólvora durante los momentos y procesiones en las que está permitido disparar con arcabucería. (A esta pólvora, que siempre nos olvidamos, hay que sumar la de los cohetes del Beneplácito y los ‘castillicos’ de la Plaza de San Cayetano en el ecuador de la Procesión de la Virgen o tras la Subida). Por otra parte, se calcula que se van a superar ampliamente los 3.000 participantes en la Ofrenda de las Flores.
Y por supuesto, resaltar la sorprendente e indescifrable marea humana que desborda las calles acompañando a su Patrona o a visitándola en el altar mayor de la Basílica. Es cierto que unas Fiestas de esta importancia se tienen que calibrar sopesando mucho más la calidad de los actos que la cantidad de participantes, mucho más la devoción que la participación, mucho más su trascendencia histórica que las particularidades de cada año… Aún así, valgan estos primeros datos para hacernos una idea verídica, exacta e innegable de hasta qué punto continúan superándose a sí mismas las Fiestas de la Virgen de Yecla.