15.3 C
Yecla
sábado, 23 noviembre, 2024
spot_img

EL ODIO Y LA CURVABAR

«La aparición en el fútbol de una pequeña peña de aficionados del Yeclano llamada Curvabar ha supuesto un haz de luz en el bando rebelde que sigue creyendo en la educación y la empatía»

RUBÉN GARCÍA BASTIDA – LA VERDAD

(Publicado el martes 14 enero de 2020)

«Si tenemos que fusilarte, lo haremos». La frase la escupe una exaltada en mitad de una entrevista a uno de los fundadores de Teruel Existe. Vivimos tiempos de puño americano y de odio, ese material viscoso que aparece en nuestras vidas como un vertido en una playa virgen. Nos hemos acostumbrado a convivir con la ira y el asco como vecinos ruidosos. Están, por ejemplo, en toda clase de eventos deportivos, incluso en los infantiles, donde algunos padres dan lecciones aceleradas a los niños sobre mamporrerismo, misoginia y xenofobia, mostrándoles que una colegiada puede ser una prostituta y un rival, un mono. De vez en cuando tenemos noticias de que alguien ha pasado de las páginas del insulto al capítulo de los golpes contra otros padres o el cuerpo arbitral. Ese mismo odio de los terrenos de juego ha ido tomando, lentamente, también la conversación y el debate en la política. Tanta culpa han tenido los partidos, empeñados en premiar a los palmeros y a los dóberman de sus filas sobre los oradores, como los acólitos adictos a vomitar sin filtro en redes sociales, cafeterías y sobremesas.

En este contexto, la aparición en el fútbol de una pequeña peña de aficionados del Yeclano llamada Curvabar ha supuesto un haz de luz en el bando rebelde que sigue creyendo en la educación y la empatía. Toman su nombre de la ubicación original del grupo en el estadio de La Constitución, junto al córner donde se sitúa la cantina, y se rigen por tres reglas sencillas: la primera es no insultar jamás a los rivales ni al árbitro, al que en caso de error, como mucho, le cantan un socarrón «señor colegiado, usted se ha equivocado»; la segunda es animar hasta el final a sus jugadores sin importar si ese día no saben ni dónde tienen los pies; y la tercera y última es corear en cada partido ‘El abuelo’, un himno creado por ellos que no contiene las habituales referencias a heroicidades bélicas y victorias, sino que apela a la memoria, la emoción y la familia. Su actitud les ha valido incluso el aplauso de aficiones contrarias.

Frente a su ejemplo, los días nos devuelven un panorama triste: la violencia verbal en el Congreso de los Diputados, el tono bronco, las amenazas en la calle, los representantes escoltados por defender una idea u otra, los gritos, los aspavientos o la ponzoña de quienes escriben en mayúsculas.

Todavía somos muchos los que no estamos dispuestos a que nada de eso nos represente. Por eso, sin ser yo del Yeclano, no puedo ser más de otra cosa que de la Curvabar.

spot_img
spot_img

Más artículos

Artículos relacionados

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

Últimos artículos