Después de una crisis llega siempre el tan esperado final, aunque nunca se presenta como una mayoría podía tener previsto. Esos ansiados momentos aparecen sin saber cómo ni por qué y se llegan a correlacionar con causas tan singulares que, de manera inexplicable para analistas, especialistas y eruditos, al acabar desfigurando el hilo de la realidad de una manera distinta según venia aconteciendo. Es como si una fuerza recóndita hasta ese momento surgiera de la nada y tomara posiciones, condicionando la marcha de una comunidad o nación por un itinerario social y político que era imprevisible se pudiese transitar durante la época anterior al azote del contagio, desconcertando a todo el mundo.
Hay muchos ejemplos de otras épocas, como las postrimerías de las guerras mundiales, o de las tantas pandemias acaecidas en la historia, o como ocurrió recientemente tras la crisis económica de Lehman Brothers, de como el mundo entero evolucionó en todos los sentidos para mal, alterando los sistemas tanto gubernativos como sociales y del que todavía aun no habíamos conseguido salir.
Y cuando ahora se presenta este desconcierto motivado por el flagelo de una nueva plaga, incomprensible al día de hoy con los medios técnicos y económicos disponibles especialmente en nuestro país que aparentaba ser la envidia de tantos en cuanto a sanidad se refiere, no falta quien piensa en una conspiración para dar la vuelta a una tortilla que ya tenía chamuscada una cara, en tanto que las perspectivas que se avecinan no se presentan nada halagüeñas.
Por lo pronto no queda más remedio que esperar y comprobar cómo la economía va zarandeando la situación y el devenir se disloca hacia situaciones imprevisibles. El futuro siempre ha sido un atolladero a superar con los medios que tanto la inteligencia como la constancia del trabajo han permitido. Ningún ser humano al final de su vida se atreverá a decir que su existencia por este mundo fue totalmente un camino de rosas, y en épocas pasadas que la Naturaleza florecía en toda su plenitud y grandeza, resulta que la penuria y el infortunio se padecía en un tanto por ciento muy elevado con respecto a hoy, aun sabiendo que desde el año 1.990 al 2.019 la población ha crecido un 35 por ciento y por el contrario, los mamíferos, reptiles, anfibios, peces y aves, han descendido un 30 %. El panorama es de por si muy revelador.
Resistiendo todavía al dichoso coronavirus, permanecemos en un impás de espera recelosos del inmediato futuro en cuanto a cómo lo vamos a poder afrontar. Yecla en estos momentos depende exclusivamente de la industria y agricultura, y escasamente del turismo y la construcción que son las actividades que sobresalen y engordan el PIB en España.
Con el no menos importante problema del Brexit, el campo este año va a recibir miles de millones de euros menos, por lo que nuestros agricultores verán mermados sus ingresos en cuanto a las subvenciones que años atrás recibían, lo que puede suponer mas desafección en una actividad ya de por si mortificada. Y la actividad mas importante en nuestro pueblo como es la industria, que antes de la plaga estaba levantando cabeza del caos en que había quedado tras la gran recesión económica del 2008, no hay duda que este inesperado parón va a dificultar todavía mas el impulso de mejora que estaba consiguiendo.
Pero en estos momentos solo debemos buscar la forma mas rápida que pueda existir para salir de una epidemia que al dia de hoy ya se ha llevado por delante unos veinte mil fallecidos, algo sin parangón en cualquier sociedad que pueda sentirse capaz de afrontar tal tragedia, y de lo que en el futuro no se debe dejar de encarar si esto habría podido tener remedio con actuaciones mas eficientes y laboriosas que las ejecutadas por aquellos a quienes compitió abordar esta situación. Tiempo habrá, aunque por lo pronto solo nos compete actuar cada cual según nuestra debida y justa colaboración en el reto.