Nuria Disla Azorín – Estudiante de 4º de Psicología en la Universidad Miguel Hernández
¿Cómo surgió este proyecto?
Bueno, sí que es verdad que yo fui la que propuse el proyecto porque la idea fue mía. Estudio Psicología y nos piden un trabajo de final de carrera. Pero eso es lo de menos, porque en realidad detrás de todo este trabajo hay muchas ganas y muchos años. Igual que hay gente que de no haber estado ahí hubiera sido imposible llevarlo a la práctica. Todos han ayudado sin esperar nada a cambio. Tanto los perros como sus guías, Lita, Marta, la asociación Spandy, que nos dejó un perro de la protectora, y sobretodo J. David, el adiestrador que nos ha dejado su pista para los juegos y ha estado siempre dispuesto con su centro de adiestramiento canino para seleccionar y educar a los perros. Y en AFEMY hemos contado con la ayuda de Inma, la coordinadora del centro que ha sido fundamental en muchos aspectos. Sin ellos hubiera sido imposible. Las gracias que les debo no caben aquí.
¿Qué se pretende con este tipo de terapias? ¿Es la primera vez que se hace algo así en Yecla?
Sí, parece que en terapia con animales, en asociaciones o de forma grupal, no hay referencias de haber hecho nada, o por lo menos no se ha informado al pueblo en general. Lo que se pretende con esta actividad es algo muy simple pero a la vez grande para la gente con patologías, en este caso con enfermedad mental pero pueden ser otras muchas. Yo creo que la enfermedad en general lo que hace es que te conecta mucho con lo más básico de la vida: filtras y eliminas muy rápido lo que sobra, para quedarte con la esencia, por eso volver a jugar con perros es tan importante. El material y la forma de desarrollar los juegos ha sido cosa mía, pero está claro que hay una base, y unos estudios, y una fiabilidad en la que hay que basarse.
Y todo eso ya está inventado. Hay que presentarles la actividad de forma que les genere interés, hacer un grupo de control y otro experimental para validar la eficacia. Igual que se miden estadísticamente los niveles de los que parten los grupos antes de la intervención y el nivel que alcanzan después. Esto no va de que la persona acaricie al perro durante una hora. Hay más cosas detrás. Cosas que no se ven, pero que se hacen antes, durante y después de los juegos, y tienen que estar controladas.
A nivel práctico,¿qué hacéis exactamente en este tipo de terapias?
Lo que hacemos básicamente en ocho sesiones es intentar que haya cambios en el estado de ánimo, la adaptación social y la memoria y atención de los usuarios. Los juegos los he preparado en base a eso, trabajando esas tres ideas.
Las actividades van desde una psicoeducación del aseo básico del perro, y la constancia, con la idea de que lo modelen y lo lleven a cabo en su vida, porque algunos sí que necesitan que les vayan guiando un poco en ese sentido.
Trabajamos un poco también la parte física, la competición, la coordinación visoespacial, pero sobretodo juegos de atención y tipos de memoria, pues aunque parezca que no hay muchas: asociativa, visual, semántica, numérica, a largo plazo, a corto, procedimental, secuencial…
Y lo mejor es que todos estos procesos lo trabajan de forma dinámica, cooperando, compitiendo, creando alternativas, y con refuerzos que premian la tarea y el resultado y que los motivan, y sobre todo con el perro siempre de fondo.
¿Qué labor o función tiene el perro en este tipo de terapias?
Los perros se han elegido por tener autocontrol, ausencia de agresividad y paciencia; tienen que obedecer alguna orden básica, ir al lado de ellos para realizar ejercicios y recibir caricias y premios. Pero el perro aquí no hace exhibición de nada, simplemente está, y eso les da seguridad y curiosidad, porque ya rompe un poco los esquemas, aportando algo diferente a lo que puede ser una terapia tradicional.
Lo diferente de esta intervención es eso, que no es tan mecánico como puede ser la típica terapia de grupo, o tan serio como ponerte frente a un psicólogo y contarle cosas. Pero a la vez en ningún momento pretende sustituir todo esas otras terapias, al contrario, si no hay una estructura y un control psicológico y de fármacos esta experiencia no complementaría nada. Al final es trabajo en forma de juegos, pero muy organizado, con causa y con objetivos, y sabiendo lo que queremos hacer.
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