Por Manuel Gea Rovira
Hemos asistido personas amigas de Paco Puche Juan, a la misa de funeral y entierro en la parroquia de la Purísima, donde se da culto a su querido grupo escultórico de la Virgen de las Angustias, de Salzillo, iconografía de su devoción franciscana. Quedamos impresionados ante la repentina desaparición de Francisco Puche, con su espíritu primaveral, ni de mayor ni joven, sencilla encomienda de san Francisco de Asís, con su pobreza y alegría universal. No es que Paco no padeciese problemas de nuestro tiempo como el paro o algunas incomprensiones como las reivindicaciones históricas de ciertos valores artísticos como el grupo de las Angustias, que estuvo en manos de la Orden Tercera Franciscana, pues la adquirieron en 1763, pero luego, por fuerza mayor pasó a la basílica de la Purísima, donde recibe culto mariano. Yecla no supo ganarse para altos cometidos de cultura que disfrutaba por su preparación histórica y humanística, pues Paco Puche, superaba a mi entender a muchos titulados universitarios, con su mente lúcida y analítica para la historia del arte religioso, por ejemplo. Paco Puche no tuvo culpa de no pasar por la universidad, pero su pueblo tampoco captó que era un ilustrado de nuestro tiempo, un prócer de la cultura y autoformación permanente. Paco era un alma de trabajos familiares y domésticos o de trabajos intelectuales exquisitos, aunque no estuviese en paro. Era capaz de resucitar en sus escritos la investigación más difícil sobre la capilla del convento de san Francisco y sus mosaícos de simbología mariana del siglo XVII. Era un yeclano, con pronunciamientos de beneficencia social y atento a veces a la problemática de la inserción de jóvenes en una granja de acogida de las afueras de Yecla. Paco Puche fue capaz de organizar exposiciones y ciclos de conferencias en Yecla, Jumilla y Cieza, sobre el historial franciscano, la teología de la Orden Tercera franciscana y sus mentores famosos con la Virgen de los Dolores, como el P. Manuel Guardiola Rueda, famoso predicador de Cieza, que estuvo de guardián en Jumilla y Yecla, entre 1755 y 1763. Su lucha por la restauración de la iglesia de san Francisco, la conocimos con sus cartas oficiales, particulares y su articulísmo, desde antes de existir el semanario de sus colaboraciones Siete Días Yecla. Era tozudo, yeclano cien por mil, arriesgado en sus objetivos culturales y sociales. Conozco propuestas irrealizables, porque la sociedad civil, religiosa y política no supo acompañarle en su dinámica tremenda a favor de su pueblo. No me pregunten porque presumo de saber algo sobre los sueños y pesadillas o trabajos sin fin de Paco Puche, pues en el interregno de varios decenios tratándole pude valorar sus virtudes y fallos, donde el cómputo final era de una nota alta y a veces de talento superior. Y por favor, pidan a su familia copias de su ordenador, donde andará archivado e inconcluso, el trabajo que se llevaba entre manos sobre el arte ceramista y la azulejería o mosaícos desde el siglo XVIII en Yecla y pueblos de alrededor. Procuren rescatar dicho trabajo, pienso en la Cultura municipal. Descanse en paz Paco, y Dios nos ilumine para no dejar en paro a personalidades que necesitan ayudas para realizar sus iniciativas culturales o artísticas que son sueños realizables pero con nuestras indiferencias o falta de generosidad dejamos perder. Es posible que existan en Yecla algunas calles, con nombres de personalidades de inferior rango espiritual y cultural que Paco Puche Juan. Dispensen, amigos yeclanos…