>A David Ibáñez Bordallo (Yecla, 1988), nuestro segundo entrevistado, es probable que, en parte, ya le conozcan los lectores del Siete Días Yecla, puesto que, además de haber ganado diferentes premios, colabora habitualmente en este periódico con sus ilustraciones
David estudió Ilustración en la Escuela de Arte de Murcia y, posteriormente, realizó el grado en Educación Primaria. Especialmente interesado desde entonces en la educación intercultural, cursó después el máster de Formación del Profesorado en Orientación Educativa y el curso de Experto Universitario en Historia y Filosofía de las Religiones. Actualmente, compagina sus labores como ilustrador con una investigación doctoral en torno a la diversidad de creencias en la escuela.
Para que podamos aproximarnos a su obra gráfica, David tiene una página web fantástica (www.dida.es) que, sin duda, es buena idea visitar. Allí nos encontramos con algunos de los trabajos de un creador que ha desarrollado un estilo personal y auténtico. Merece la pena acercarse a conocer sus intervenciones en el medio urbano, sus combinaciones de dibujo y fotografía, el interés que demuestra por trabajar minuciosamente con la abundancia de detalles pequeños, a esa extraña familia de criaturas (diferentes y parecidas entre sí) mediante las que se expresa…
¿De qué manera se fue definiendo tu personalidad como ilustrador? ¿Tienes referentes, estilos que te inspiren…?
No lo sé muy bien. Últimamente vengo pensando que igual mi estilo se ha visto condicionado por el poco espacio que siempre he tenido para trabajar y por la sencillez de mis recursos (papel básico, boli bic, pilot negro de punta fina, etc). Tal vez por eso me he decantado por el dibujo con tinta en papel y los formatos pequeños. Parte de la culpa también la tienen mis maestros y profesores: me he forjado como ilustrador dibujando horas y horas a escondidas en clase, desde primaria hasta hoy en los seminarios doctorales. Sumarán miles de horas de dibujo que, a veces, me han costado broncas y suspensos; pero ha merecido la pena, creo.
Algo que me resulta característico de algunos de tus diseños es el uso simultáneo de imagen y texto. ¿Qué esperas obtener de esta puesta en conjunto de lenguajes?
Depende de cada obra. En algunos trabajos el texto es un elemento más para la reflexión (o la confusión) en la narrativa de la obra, mientras que otras veces busco claramente una intervención o una interacción más directa con el espectador a través de lo escrito. Es un recurso que me gusta mucho utilizar.
Corrígeme si me equivoco, pero también me parece que, siendo muchos de tus personajes seres imaginarios, tiendes a apelar a la conciencia del espectador al poner de manifiesto, sutilmente, problemas de la vida real (políticos, sociales, cotidianos, emocionales…) Y ello aunque tus dibujos permitan siempre diferentes lecturas. ¿Consideras que el tuyo es un arte comprometido?
Aunque es cierto que algunas de mi obras sí tienen cierto compromiso social, como la que me premió UN Women y que Plan Internacional expuso en Perú por el Día de los Derechos de la Niña, o como los proyectos sobre igualdad que estoy desarrollando ahora con Hes-so en Suiza, creo que la mayor parte de mi obra pertenece a un discurso más personal. No creo ser un ilustrador con una marcado compromiso social, más bien creo que la narrativa de mi obra es algo intimista.
Algunas de tus ilustraciones presentan un importante componente espiritual, y otras, un logrado carácter lúdico. ¿Tiene esto que ver contigo?
Lo cierto es que la reflexión sobre lo espiritual es algo que últimamente ocupa mucho mi mente. La filosofía de las religiones ha sido mi tema fundamental de lectura en los últimos años, y creo que esto se transfiere a mis ilustraciones, sobre todo a aquellas en las que me proyecto más yo mismo. Estoy de acuerdo con que algunas de mis obras pueden tener un carácter lúdico, pero también he escuchado que a veces inspiran tristeza, desasosiego, soledad o incluso desequilibrio mental. En mi última exposición, en la que presentaba el proyecto "Cosas extrañas suceden", estuve pendiente de las reacciones y fueron de lo más dispares: desde risas hasta miedo y escándalo.
Es cierto… Me parece que la tristeza, el desasosiego o la soledad son sentimientos que pueden encontrarse en tus obras. ¿Qué buscas suscitar en el espectador cuando creas tus imágenes?
Esto depende también, y es muy distinto en cada proyecto. A veces, ni siquiera pienso en que la obra vaya a tener un espectador al final o que vaya a ser expuesta en algún sitio; en otros casos, por el contrario, es la reflexión sobre la reacción del espectador lo que condiciona todo el proceso, especialmente cuando trabajo para clientes que tienen claro lo que esperan que mi obra provoque en quien la vea. Aunque lo cierto es que la mayoría de veces no sé muy bien cuáles son mis intenciones con respecto a los espectadores de mis trabajos, ni siquiera si va a darse la oportunidad de darlos a conocer.
Por último, quería preguntarte por una cuestión diferente. Además de la de ilustrador, otra de tus facetas es, como dijimos, la de especialista en educación. ¿Qué papel crees que puede jugar el arte en la formación de los más pequeños?
En primer lugar, no estoy demasiado de acuerdo con el enfoque actual de la polémica que se ha despertado sobre este tema, porque se construye siempre sobre la misma torpeza. Se dice que hay que apostar por la educación artística o que no según se considere útil o inútil, pero hablando en ambos casos siempre en un sentido utilitarista. No creo que haya que enseñar o no enseñar arte y creatividad en la escuela porque las personas creativas vayan a ser mejores o peores trabajadores en el futuro, sino porque la búsqueda estética y la experiencia artística son fundamentales para el desarrollo integral del niño. No hay que perder de vista que el alumno es un fin en sí mismo y no una materia prima más que preparamos para arrojar al mercado. En mi opinión, meter el arte en este juego perverso es una doble obscenidad: contra el arte en sí y contra lo que debería ser la escuela.
(*) David Navarro Juan (Yecla, 1993) es graduado en Humanidades por la Carlos III de Madrid y estudiante de máster en la Pompeu Fabra.