> Tenemos el deber y la obligación de seguir creyendo en las actuales reglas del juego democrático > Los que decidan no votar, no podrán luego quejarse del futuro que nos espera a todos tras el próximo domingo
Quizás no hemos terminado de asimilar de manera suficientemente clara el gran privilegio del que disfrutamos a manos llenas por el solo hecho de vivir en un país donde las leyes protegen nuestro derecho inapelable a poder votar. Dicho en palabras del jurista Luis Antonio Sobrado: “No nos confundamos: que un pueblo pueda votar con libertad es una rareza histórica. Miremos alrededor: ¿Cuántos países no gozan de este privilegio?”. Pensemos si no en las cuatro décadas en las que las urnas estuvieron prohibidas en España. Por eso, y aunque pueda parecer que nuestro sistema esté hoy en entredicho al constatar tras las últimas Elecciones del 20 de diciembre que nuestros políticos han sido incapaces de consensuar un acuerdo de gobernabilidad, tenemos el deber y la obligación de seguir creyendo en las actuales reglas del juego democrático aportando nuestro grano de arena para salir de este túnel de estancamiento e indecisión. Quizás, visto desde este lado del electorado, no veamos ante nosotros a ningún partido que nos convenza al 100% pero siempre será mejor darles de nuevo un voto de confianza que darles la espalda. Porque si no votamos no podremos luego quejarnos del futuro que nos aguarda tras el próximo domingo 26-J.