Laura Pilar Moya y Paula Esquitino – Origen. Centro de Psicología y Psicoterapia
Aunque nos pueda parecer una pregunta exagerada, la COVID-19 nos ha hecho sentir a nuestros seres queridos como enemigos, personas que podían dañar nuestra salud y que era mejor no tener cerca. Este tiempo de pandemia nos ha hecho desvincularnos de muchas personas, a veces por protegerlas, y otras, por protegernos, pero en ambos casos, nos ha colocado en un lugar difícil ante el contacto con el otro.
Esta crisis sanitaria ha modificado mundialmente la manera de relacionarnos con las personas. Generalizándose una dificultad al contacto con el otro, nos sentimos más reacios a mantener relaciones cercanas con lo demás, estamos más desconfiados y existe el miedo al contagio, viviendo las relaciones con las personas como una amenaza.
Sin darnos cuenta, y en un periodo de tiempo muy breve, se han instaurado forzosamente nuevos códigos de comportamientos sociales, que llevan consigo la disminución del contacto cercano y afectivo con los demás. Y la entrada de nuevas formas de comunicarnos, en las que un beso ha pasado a ser un codazo, el cuerpo ha pasado a un segundo plano y lo virtual se ha apoderado de muchas relaciones, que se mantienen en el tiempo gracias a la seguridad que nos trasmite lo online. Pero que carece de la afectividad de lo presencial, y la cercanía de los cuerpos, que se quedan fuera de cualquier relación online.
Esta instauración forzosa parece que está llegando a su fin, para algunos. La vacunación masiva, y el levantamiento de restricciones, nos están empujando a todos a reanudar los vínculos, como si eso fuera tarea fácil. La normativa mediante la que se han venido adoptando medidas de prevención de higiene, como el uso obligatorio de mascarillas, parece que llegará a su fin recientemente. Habiendo personas que lo desean ansiosamente, y otras, que, sin embargo, están muy preocupados con estas nuevas medidas, que parecen acercarnos a la normalidad, y que se olvidan de que la normalidad aún nos queda muy lejos.
No es posible volver a la normalidad de forma abrupta, porque requiere de tiempo, elaboración y asimilación. La covid llegó y nos cambió la vida a todos, dejando heridas traumáticas que no se van a ir tan fácilmente, la covid nos ha mostrado nuestra vulnerabilidad, en una época de hedonismo desmesurado. Y nos ha recordado que nuestro tiempo en la vida es limitado, nos ha precipitado forzosamente a despedirnos de seres queridos que no esperábamos perder, provocando muchos duelos en nosotros.
La covid nos ha cambiado en todas las áreas de nuestra vida, y esto no es sin angustia y malestar. Todos hemos vivido de una forma u otra las secuelas del covid, afectándonos a nuestra forma de pensar, de vivir y de entender nuestro medio. Nos ha entorpecido en nuestras rutinas, llevándonos a lo más extremo, privándonos de libertad de movimiento, de circulación, privándonos del rostro, del contacto.
Y todo ello no es sin secuelas psicológicas, esta pandemia ha tenido un impacto enorme en nuestras vidas, y esto no es sin huellas en nosotros. Es recomendable volver a la normalidad, SI, pero requiere un tiempo, no respetar ese tiempo sería como disociar de algo que hemos vivido y que nos ha afectado a todos. Es recomendable retomar el contacto con las personas, SI, pero hay que hacerlo con prudencia, y no pasa nada si uno siente un poco de miedo. No podemos forzar a las personas a que sientan lo que uno cree que deberían de sentir, cada uno tiene una forma de vivir la vida, y de sentir lo que vive, y todas las formas de vivirla son respetables.
Es importante mirar hacia el futuro con esperanza, pero no podemos desconectar de un pasado que aún es muy reciente, y que requiere de tiempo para poder ser pensado, elaborado y aceptado. Volveremos a la normalidad, no lo sabemos, pero estamos en el camino de conseguirlo, eso sí, tenemos tiempo de recorrer ese camino con prudencia, y escuchando los tiempos de cada uno, que serán diferentes según cómo haya vivido la pandemia y cómo le haya afectado.