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lunes, 25 noviembre, 2024
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Un Nuevo Año

“De la Purísima a San Antón, todo fiestas son”. Y parece que esas palabras del refrán definen claramente “La Fiesta” del Premio de Novela corta Castillo-Puche que organiza el AMPA y la comunidad educativa del IES del mismo nombre junto a la Fundación Castillo-Puche.

Ese es, más o menos, el periodo de tiempo en el que trascurre la parte de lectura de las obras presentadas, el espacio en el que el jurado (actualmente Antonio Javier Jareño Alarcón, Engracia Robles Rey, María Delfina Marco Navarro y la que suscribe) las leen y las disfrutan en un nuevo año de polvorones y relatos, de secretos custodiados en turrones, de desahogos escondidos en los bombones, de fluidez de las palabras disueltas en cava y champán, de tragedias y comedias con espirituosos o destilados como excipiente, de historias almibaradas con piña y chirimoyas o mangos, de retazos de realidad absorbidos por comidas y cenas tradicionales, de letras y más letras encadenadas a resacas por los excesos, de degustación de escenarios literarios en esos platos tradicionales que ocupan las mesas de la Navidad, de hallazgo de destinos imposibles de viajes entre las mandarinas y naranjas que siempre tienen un hueco en las celebraciones, de sorpresas lectoras imbuidas en tortadas, cocas o rollitos de almendra, de experiencias duras y crueles transitadas por un pedazo de dulce de calabazate o frutas confitadas, de siniestras existencias incrustadas en curiosas sobremesas y veladas familiares, de emociones tatuadas en el prístino papel de las olvidadas tarjetas de felicitación, de pizcas de ilusión cosidas en los folios urdidos en la trama de los deliciosos “Libricos de Yecla”,… de voces nuevas, extrañas e irreconocibles impresas y remezcladas en el espíritu navideño porque la Navidad es cómplice y principal protagonista en esos casi treinta años que luce el Premio.

Llegará San Antón y después de aprehender relatos que te hacen buscar en libros de Historia o bucear en internet picados por la curiosidad de las palabras que se desgranan ante tus ojos, de acumular opciones de pensamiento, de descubrir los miedos de personas que buscan terapia en la escritura, de adivinar los egos, de conocer autores desconocidos que hablan al lector como si lo tuvieran delante, escritores que, con sus palabras, entablan una conversación de tú a tú, sondeando hasta dónde puede llegar la cicatriz de las palabras, huyendo de soledades o de problemas, deshaciendo entre las letras sufrimientos, alegrías, decepciones, emociones, sentimientos,… después de todas esas historias para llenar las páginas de la vida, estará ese grito que, sin tener el altavoz del teléfono activado, atraviese el silencio expectante de los compañeros que estamos arropando al que le ha tocado dar la noticia al ganador.

Un estado de aturdimiento en el que, si lo grabáramos, apreciaríamos las incongruencias que los nervios propios de un momento así se merecen, una aglomeración de sonidos, algunos ininteligibles, otros que desaparecen sin haber sido escuchados, otros que se emiten sin que el canal de comunicación sea biunívoco, y entre todo esto alguna frase para confirmar una nueva llamada al día siguiente, otras conversaciones que sirvan para formalizar en una semana los datos concretos que hacen falta para el evento de entrega del premio, hablar para empezar y desarrollar una relación que, al menos, durará el año que hay entre la entrega del Premio al ganador y la presentación del libro impreso. Un nuevo año de intercambio de mensajes, de conocimiento, de puesta a punto, de correcciones, de edición, de preparación para que todos podamos tener entre las manos una nueva Novela Corta que añadir en la Colección Hécula, un nuevo pedacito que forma parte de la comunidad educativa del IES Castillo-Puche a lo largo del tiempo y, al mismo tiempo, de toda Yecla.

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