9.7 C
Yecla
domingo, 24 noviembre, 2024
spot_img

El Carnaval de Yecla y las cosas de la edad

Los de mi edad tendríamos que preguntarnos porqué, salvo contadas excepciones, decidimos hacernos a un lado y dejar de participar

Estoy en esa edad en la que me lo estoy empezando a pasar mejor recordando mis años mozos que haciendo planes de futuro. Es lo que pasa cuando tienes recuerdos que ya han cumplido más de 40 años. Como los que me han venido a la cabeza pensando en escribir hoy sobre el Carnaval de Yecla en mi nunca modesta opinión. Decir eso de “en mi modesta opinión” queda demasiado fingido.

Nuestra opinión siempre hay que defenderla con orgullo y entereza aunque sin caer en la arrogancia. Para recordar el Carnaval de Yecla de mi época tengo que irme a la década de los 80 y 90 rememorando otras maneras de vivir, que diría don Rosendo, y que seguramente a los jovenarios les sonarán más a invenciones mías fruto de la mala memoria o, en el peor de los casos, pensarán que “ya tenemos aquí la enésima batallita de un abuelo”, dicho sea sin ser abuelo todavía, o eso me están haciendo creer. (Punto y aparte). Otro de los síntomas más evidentes de que nos hacemos mayores es cuando cada tres por dos aludimos a los jóvenes de hoy comparándolos con nosotros cuando teníamos su misma edad. Nada que ver el Carnaval de ahora con el de nuestros años de vino y rosas, con más vino que rosas, en el que se disfrazaba todo el mundo en Yecla. Desde los más críos hasta sus abuelos.

En más de una ocasión se cachondearon de mí algunos graciosillos disfrazados de pies a cabeza que me tomaron el pelo sin saber yo quiénes eran hasta que al día siguiente me enteré de que se trataba de mis padres y sus amigos de parranda. Las discotecas y pubs se abarrotaban de gentío porque hasta el último garito organizaba fiestas y bailes de disfraces con suculentos premios para los más originales. Desde bastante tiempo antes del gran fin de semana de Carnaval ya habíamos decidido de qué nos íbamos a caracterizar y buscábamos o nos confeccionábamos apresurados hasta el último detalle de nuestro carnavalero atuendo para no andar a última hora deprisa y corriendo. Unos elegían ir a cara descubierta y otro preferían taparse para que nadie los reconociera. Solo se aburrían los que optaban por no disfrazarse de nada. Hace años viajé a los carnavales de Tenerife y allí los que deciden no disfrazarse al menos salen de sus casas vestidos con el pijama para no desentonar más de la cuenta.

 

El desfile del Carnaval de Yecla era un ordenado desmadre multitudinario donde cada uno iba a su bola, en plan jolgorio masivo desfilando detrás de Don Carnal y Doña Cuaresma. Nada que ver con el Carnaval de nuestros días. Porque todo cambió cuando aparecieron las peñas con sus elaboradísimos trajes y coreografías. De aquellos años que hoy estoy recordando solo quedan en la actualidad los espontáneos que continúan yendo a su aire al final, cerrando el desfile, y la gente joven, mucha gente muy joven, gracias a la cual el Carnaval de Yecla sigue tan vivo y coleando aunque con otro aire muy distinto. (Los de mi edad, tendríamos que preguntarnos porqué, salvo contadas excepciones, decidimos echarnos a un lado).

spot_img
spot_img

Más artículos

Artículos relacionados

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

Últimos artículos