Apostamos por una convivencia inclusiva y con las mismas oportunidades, sin distinción de sexo o de raza. De raza canina en este caso.
Nunca antes habíamos sido tan felices en casa como desde que conocimos la noticia de que, al amparo de la nueva ley, las mascotas pueden ser legalmente miembros de la familia. Pero antes les pondré en antecedentes. Nuestra mascota se llama Mierdaseca, un perrito que encontramos abandonado en la calle y que a punto estuvimos de pisar: de ahí el nombre que decidimos ponerle. Tras pasar su primera noche en casa como un marajá, pues le dimos de comer hasta casi reventar, lo lavamos y perfumamos con Varon Dandy, lo llevamos a la tienda de animales para ponerle todas las vacunas habidas y por haber para prevenir que nos transmitiera alguna infección perruna como la micosis, la fiebre maculosa de las Montañas Rocosas, la leptospirosis, la larva migrans o la capnocytophaga canimorsus.
Cuánto hemos aprendido gracias a Mierdaseca. Mientras el veterinario lo auscultaba le preguntamos de qué raza era Mierdaseca. “Raza canina, o sea, un chucho de pura sangre, este perro es callejero y podría tener unas 20 madres y 20 padres”. Textual. Esa condición nos hizo amar aún más a Mierdaseca, conmovidos por su desgarradora y anterior existencia como un perrito sin techo. Desde entonces Mierdaseca es como el hijo que el destino nos privó de engendrar. Tan unidos han estado siempre mis hijos y Mierdaseca que hasta aprendieron a andar cogidos a su rabo en nuestros largos veranos camperos. Porque a Mierdaseca lo guardábamos en el corral de nuestra casa de campo donde pasaba las semanas esperándonos, aburrido y cariacontecido, con la única compañía del cantar mañanero del gallo de los vecinos. (Tenemos que afinar más la puntería o el machurrón gallináceo y sus ansias de emular a Bianca Castafiore seguirán siendo la peor pesadilla de nuestros veranos).
El caso es que nada más conocer el notición, salimos disparados al campo a rescatar del ostracismo a Mierdaseca para inscribirlo en nuestro libro de familia y gestionar su DNI en las dependencias de la Patrulla Canina donde resuelven los trámites perrunos. ¡Qué felices somos con Mierdaseca! Ahora cuidamos mucho su salud emocional. Para no discriminarlo, se sienta a la mesa con nosotros y lo sacamos a pasear sin correa porque a nadie se le ocurriría llevar atado del cuello por la calle a ningún miembro de su familia, salvo merecidas excepciones. Mierdaseca es uno más de nosotros. También hemos convencido a nuestro hijo pequeño para que de vez en cuando haga caca en mitad del pasillo y así Mierdaseca se sienta en la obligación de colaborar con las tareas domésticas recogiendo dichas deposiciones como siempre hacemos nosotros con las suyas. Creemos en la igualdad. Nada de favoritismos. Somos una unidad familiar con las mismas oportunidades, los mismos derechos y las mismas obligaciones. O todos moros o todos cristianos. Apostamos por una convivencia inclusiva sin distinción de sexo o de raza. De raza canina en este caso. ¡Gracias por hacernos tan feliz, Mierdaseca! ¡Te queremos, hijo!