Se encuentra usted ante una de esas ‘Crónicas yeclanas’ que van a salir de un tirón. Otras se atascan y enredan y tardan la intemerata en llegar el ‘allegro’ que marca último movimiento. Porque hoy es casi una obligación, grata obligación, hablar de la Medalla de Oro de nuestra ciudad que este sábado en la repleta Plaza de Toros de Las Tejeras, y por parte del Ayuntamiento, recibió la Asociación de Amigos de la Música de Yecla.
Un reconocimiento por todo lo alto a tantas y tantas personas involucradas con la AAMY muchas de las cuales quizás no lleguemos a conocer nunca en su totalidad pero que siempre han estado y continúan estando ahí. Y es que son muchos los hombres y mujeres que integran la AAMY y la sacan adelante cada día, aunque injustamente muy pocas veces los tengamos en cuenta a todos o aunque sea nos acordemos de ellos muy a lo largo.
Siempre recurrimos a las caras más visible de la AAMY: la Banda de Música que recorre nuestras calles en los actos más sonados, nunca mejor dicho, y a la Banda Sinfónica que se las ve canutas para poder acoplarse al escenario del Teatro sin que ningún músico caiga al foso. Pero la AAMY es mucha AAMY. La AAMY, por ejemplo, no sería la AAMY sin la Escuela de Música, y la Escuela de Música de la AAMY no sería la misma sin los padres, alumnos y todos y cada uno de los profesores que imparten todas las disciplinas musicales, desde el triángulo o los chinchines hasta los chocantes bombardinos, tubas y flautas traveseras, que no traviesas.
O las clases de canto o de las primeras nociones de Música y Movimiento para iniciar a los críos o a los que no sabemos tocar ni la flauta de Bartolo, hasta el exquisito piano o la clásica percusión a las que en los últimos tiempos se han unido los cañeros de la Rock School con el ‘guitarreo’ eléctrico y las baterías más rockanroleras. Menos aún podríamos concebir la AAMY sin las Fiestas de Santa Cecilia o el Aula de Conciertos que cumple este año dos décadas.
Y no nos olvidamos de los responsables administrativos, o la revista Diapasón, o la Biblioteca que lleva el nombre del Maestro José Ortuño. Y más y más personas y actividades que siempre se nos olvidan cuando intentamos acordarnos de todos los Amigos de la Música de Yecla y que, como decíamos al inicio, llevan a cabo una labor anónima pero igual de importante. Léase conserjes, oficinistas, personal de mantenimiento o la ingente tropa de colaboradores y voluntarios que acuden a la primera en cuanto se les necesita.
La AAMY es mucha, mucha, AAMY. Desde que pisas el primer escalón de la puerta principal, o la primera mesa del bar de Emilio, hasta la terraza y más arriba, que es donde seguirán tocando todos los músicos que ya nos han dejado junto a los pioneros que pusieron la primera piedra de la AAMY. Y eso, para evitar ser desagradecidos, para no irnos por las ramas o con la música a otra parte, conviene recordarlo siempre, y ahora más que nunca a raíz del reconocimiento que supone la Medalla de Oro de Yecla.