Más que acudir a un
experto en economía mejor será echar mano de un experto en magia potajia y prestidigitación
El mes de septiembre nos ha estampado de lleno contra la realidad de estos temerosos tiempos que nos han tocado en (mala) suerte y sobre los que antes del verano pensábamos que “ojalá se equivoquen todos los telediarios”. Da pánico abrir los periódicos o escuchar las noticias porque parece que vivimos en un mundo dantesco. Cuesta hallar una sola señal de optimismo que nos anime a mantener el tipo. Hemos pasado de verle las orejas al lobo a verle hasta el rabo y más allá. Todas las previsiones dejan a la altura del betún a las 10 plagas de Egipto, en parihuelas a los cuatro jinetes del Apocalipsis y en porretas a Nostradamus y todas sus profecías sobre el fin del mundo y de la humanidad.
Acojonan, oiga, todas las crisis que nos han caído de golpe y porrazo a la vez sobre nuestras cabezas. (“No tememos a nada salvo a que el cielo se caiga sobre nuestras cabezas”, Goscinny y Uderzo dixit). Para echarse a temblar: Crisis económica, crisis financiera, crisis de productos básicos, crisis energética, crisis bélica, crisis humanitaria, crisis diplomática, crisis política, crisis mundial, crisis sanitaria, crisis social, crisis del campo… Mucho se tiene que enderezar la cosa para que no vivamos otra vez la crisis de los misiles de primeros de los 60. (Menos mal que en el 61 nací yo y al mundo se le acabaron todos los problemas. Nótese que no hay nada como quererse a uno mismo hasta las trancas). A este paso, tantas crisis nos provocarán más crisis todavía, en concreto crisis de ansiedad revuelta con la crisis nerviosa que llevamos todos camino de padecer como no escampe pronto. Dicho sea, claro está, sin exagerar o exagerando solo lo justo y necesario.
Porque si queremos exagerar de verdad, de verdad de la buena, no hace falta que esperemos a ver lo que nos cuentan los telediarios. Salga usted a la calle a darse un garbeo por Yecla y al primer paisano con el que se cruce solo tiene que preguntarle: “Qué, cómo va la cosa”. Tela marinera: La realidad supera a la ficción. Por más que queramos hacer de nuestra capa un sayo, el caso es que todo el mundo anda más serio que un guardia civil. Las cuentas no cuadran ni haciendo trampas. Más que acudir a expertos en economía tendríamos que echar mano de estrellas de la magia potagia y la prestidigitación. Porque jamás un lumbreras de la Economía nos avisó ni antes ni ahora de ninguna de las crisis gordas que hemos padecido: en vez de en el Siglo de las Luces vivimos en el Siglo de las Sombras. Y ya vamos por el siglo XXI y el año 2022. Cualquier actitud medianamente positiva que nos recomiende algún alma lúcida y compasiva será siempre bienvenida con tal de aliviar un poco las preocupaciones y sacudirnos de encima esta sensación de “sálvese quien pueda”. Al menos hemos llegado a final de septiembre, o sea, por ahora que nos quiten lo ‘bailao’… (Y por el momento hasta aquí podemos contar, porque conforme está la cosa lo mejor es ir haciendo planes solo de hoy para mañana. Y poco más por si acaso).