Hablar, lo que se dice hablar, hablamos todos, pero actuar en conciencia, ninguno. Yo por lo menos no conozco a nadie
No vamos a terminar de aceptar que el mundo nunca será perfecto, ni siquiera medianamente perfecto, principalmente porque nosotros tampoco somos perfectos ni siquiera medianamente perfectos y, lo miremos como lo miremos, somos nosotros quienes hacemos el mundo. Sin nosotros este planeta sería un mundo maravilloso. Un wonderfull word, para entendernos. La tierra estaría solo poblada de naturaleza virgen y fascinantes especies cuya única pretensión sería volver a levantarse cada día llevando cuidado de que nadie se las comiera. Bueno, Carlos Gardel sí que lo aceptó: “El mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el quinientos seis y en el dos mil también”.
Y en todos los años que han ido viniendo detrás. Incluyendo el ya difunto y enterrado 2022 tampoco se ha escapado: el año del Mundial de Qatar ante el cual todos nos hemos puesto de perfil para que nadie piense de nosotros que somos peor aún de lo que somos en realidad. Me ha dado mucha risa escuchar a tanto bocachancla despotricar en contra de que la competición futbolera internacional se celebrara en aquel país de tiranos con turbante forrados de petrodólares hasta las cejas, pero solo para escurrir el bulto porque no se han perdido ni un partido. Ese país donde cuelgan de una grúa a los homosexuales y las mujeres son tratadas con la misma delicadeza que los rebaños de cabras. No tenemos remedio: somos como somos y al que le dé que se aparte. Hablar, hablamos todos, pero actuar en conciencia, no actuamos ninguno. Yo por lo menos no conozco a nadie: cada uno hacemos aguas por alguna rendija de nuestra mundana e irrevelante existencia. (Punto y aparte y pongamos solo unos ejemplillos).
Nos rasgamos las vestiduras con lágrimas de cocodrilo ante todas las injusticias interplanetarias pero tenemos los armarios llenos de ropa fabricada en condiciones tercermundistas que hemos adquirido a precios de ganga; ponemos a la banca a caer de un burro pero no pasa un solo día sin que consultemos nuestro saldo; o diariamente siguen muriendo miles de seres humanos de todos los colores de hambre, enfermedad y en guerras absurdas pero miramos para otro lado sin remordimientos, enfrascándonos en polémicas de patio de colegio para dar la impresión de que nos importa algo más que no seamos nosotros mismos.
Y así, sobreactuando, pasamos un día y una semana y un mes y un año y otro… Mucho echar pestes sobre Qatar, las injusticias, los desequilibrios, las guerras, la hambruna o lo impresentables y sátrapas que son todos menos nosotros pero, a la hora de la verdad, ande yo caliente y ríase la gente: esa gente que las está pasando más canutas que san Amaro mucho más cerca de nosotros de lo que imaginamos. Y así pasamos un día sí y otro también. Y un mes y otro mes, y este año y el que viene y el otro y el otro… ¿Y que le voy yo a contar a usted que usted ya no sepa? (Al menos, este tipo de artículos protestones me sirven para darme un desahogo).