Cuando paseo por las calles de mi pueblo y observo los antiguos edificios que nos quedan, unos cerrados en estado de abandono, otros ruinosos y muchos de ellos demolidos con vallas protegiendo los solares que ocuparon y sólo algunos que aún permanecen habitados, me doy cuenta de cómo va cambiando Yecla. Al compararla con la ciudad que conocí en mi niñez, ya casi no la reconozco, al no ser por la Basílica y algunos edificios señeros.
Aquellas calles de antaño, tan uniformes en altura, hoy son desiguales y no guardan ningún equilibrio y la gran cantidad de edificios que había de los siglos XVIII, XIX y de principios del XX en el centro del casco urbano, cada día van siendo menos, han desaparecido en su mayoría. Pero lo más triste, es que aún siguen desapareciendo y cada vez con más rapidez, cambiando el carácter y la personalidad que nuestro pueblo tenía. Hoy, apenas se respeta nuestro patrimonio urbanístico.
Aquellas grandes casonas abalconadas de tres plantas: baja, principal y aldanas o “falsas” en las que vivían las personas más adineradas, con sus fachadas bien proporcionadas, algunas decoradas con exquisito gusto, sus balcones y ventanas de forja y con recias y hermosas puertas de madera, obras de excelentes artesanos, hoy permanecen en su mayoría cerradas y ruinosas, en espera de ser demolidas para dar paso a bloques de pisos más modernos y confortables, acorde con la época en que vivimos. Algunos viejos edificios que deberían de haberse restaurado, hoy ya no existen. El suelo es hoy por hoy materia de especulación, “Poderoso caballero es…”.
La verdad es que siento verdadera envidia cuando veo como conservan en pueblos de nuestro alrededor su entorno urbano y su patrimonio urbanístico y me da pena, que con el prestigio que ha llegado a alcanzar el nuestro, hayamos podido llegar a esto. Posiblemente porque sea más rentable demolerlos que restaurarlos. Cuánta belleza y cuánta historia ha desaparecido de nuestro pueblo y aún seguimos perdiéndola, sin que nadie haya sido capaz de impedirlo. No hay más que contemplar viejas fotografías para darse cuenta del desastre y el atropello que estamos cometiendo. La historia del abandono de nuestro patrimonio urbanístico es larga. Empezando por el desaparecido edificio del Colegio de las Escuelas Pías, continuando con el Jardín… “Al buen entendedor, pocas palabras bastan”.
Cuántas buenas puertas realizadas por aquellos artesanos yeclanos han desaparecido y cuántas rejas de forja de hierro de balcones, ventanas, barandillas de escaleras de aquellas viviendas han ido a parar a la chatarra o a manos de anticuarios. Cuántas fachadas hábilmente decoradas ya no las podemos contemplar. Algunos de estos edificios tenían escudos nobiliarios en sus fachadas y se han perdido. Cómo ha cambiado nuestro pueblo, y no para mejor. No me gustaría tener que escribir de todo esto, pero este es mi pueblo, en el que nací, y creo que debo hacerlo, pues desde siempre he sentido hacia él un gran cariño.
Las cuatro fotografías aparecidas en este artículo no son de las más representativas pero forman parte de lo que hemos perdido. La número 1 es de una casa de la calle Hospital, 4, desaparecida hace algunos años. La número 2 pertenece a la casa número 8 de la calle San Francisco, cuyo solar permanece vallado. Y las marcadas con los números 3 y 4 a la vivienda recientemente demolida en la calle de Juan Ortuño, en la que estuvo la ferretería de José María Alonso. En la última puede verse el remate que había en dicho edificio con el año en que fue construido.